Ciencia y Sociedad

Hígado graso: sigiloso impacto de la condición que afecta al 30% de los chilenos

Es una de las prevalencias más altas del mundo la que existe en Chile para una condición que no da síntomas hasta que llegan sus complicaciones que pueden ser graves y el principal riesgo en su desarrollo es de factores ambientales y conductuales.

Por: Natalia Quiero 17 de Junio 2023
Fotografía: Pixabay

Esta semana partió con el Día Mundial del Hígado Graso que la Organización Mundial de la Salud (OMS) impulsa para cada 12 de junio para concientizar sobre las implicancias de una patología cuyo constante crecimiento genera creciente preocupación en la comunidad médica internacional.

Realidad nacional

Chile no es excepción. Al contrario, la alarma suena más fuerte por lo que muestran los datos y lo que se vive cotidianamente dentro de las consultas de especialistas. Por eso la Asociación Chilena de Hepatología (Achhep), filial de la Sociedad Chilena de Gastroenterología (SChGE), decidió aprovechar el contexto para enfatizar en el llamado a cuidarse del hígado graso.

Es que la afección se produce por un aumento en la cantidad de grasa en el tejido hepático que está determinado por factores genéticos y biológicos que no se pueden evitar, pero también tienen enorme influencia los ambientales y conductuales que podrían controlarse, según destacó el doctor Francisco Barrera, director de la Achhep.

Ahí la alerta en torno a la condición en alza, porque su progreso se asocia a un daño hepático que conlleva varias complicaciones, algunas tan graves que pueden ser mortales.

En Chile hemos observado un aumento progresivo en su frecuencia en las últimas décadas, llegando a una prevalencia poblacional estimada en 30-40%”, advirtió Barrera. “Esto representa una de las más altas prevalencias a nivel mundial y ha llevado a que esta enfermedad sea actualmente la principal causa de cirrosis y cáncer hepático en nuestro país”, sostuvo.

Peso del ambiente

La cifra de prevalencia se extrae desde informes como la última Encuesta Nacional de Salud (ENS) 2016-17 y que también reveló que más del 74% de las personas adultas padece sobrepeso u obesidad, 12% diabetes, casi 28% hipertensión arterial y sobre 86% de la población es sedentaria.

Otros resultados alarmantes e inevitablemente relacionados entre sí y con el hígado graso, porque estas condiciones metabólicas son grandes factores de riesgo de su desarrollo, relevó la doctora Violeta Rivas, médica hepatóloga de las unidades de Trasplante Hepático y Gastroenterología del Hospital Clínico Regional Guillermo Grant Benavente (Hggb) e integrante de las SChGE y Acchep.

Estudios muestran que personas con obesidad y diabetes tienen prevalencias de hígado graso que van del 70% al 90% y son más susceptibles de daño hepático, cirrosis y cáncer.

Otra gran causa es el hígado graso secundario al consumo crónico de alcohol en grandes cantidades, que llamamos trastorno por abuso de alcohol o consumo perjudicial de alcohol”, afirmó.

Las metabólicas y alcohólica “son más del 80% de las causas del hígado de graso”, aseguró la especialista. En el porcentaje restante vienen etiologías y se vinculan con lo biológico, aunque también hay influencias del ambiente en generar alteraciones y exacerbar riesgos.

Sobre ello, la hepatóloga local aseguró que “son más propensos al hígado graso los hombres y las mujeres después del climaterio, porque existe una protección hormonal antes de la menopausia que se pierde posteriormente y aumenta el riesgo”. Pero, también reconoció que se está equiparando la cancha del riesgo entre hombres y mujeres en edades más tempranas producto de la epidemia del sobrepeso y obesidad, porque gatillan modificaciones fisiológicas.

Y está lo hereditario. “Hay genes vinculados al hígado graso, por lo que hay más riesgo en pacientes con esta carga genética y sobre todo para las formas severas de hígado graso que pueden llevar a cirrosis”, afirmó la doctora Rivas, “por ejemplo, si un padre tuvo cirrosis por hígado graso metabólico su hijo tiene 12 veces más riesgo de desarrollar esta enfermedad que una persona sin el antecedente familiar”.

Datos de la Achhep develan que uno de los genes más conocidos de riesgo de desarrollo de hígado graso y sus complicaciones es “PNPLA3”, que tiene alta presencia en la población chilena y podría explicar la prevalencia de la afección.

Otro punto relevante es que madres con resistencia a la insulina y obesidad podrían modular la expresión genética de sus hijos durante los periodos de gestación y lactancia para volverles más propensos a desarrollar hígado graso.

Son riesgos familiares-genéticos, pero también media lo ambiental y conductual, sobre lo que la profesional se detuvo en el peso de lo sociocultural y hábitos que predominan en los entornos. “Si en una mesa se estila comer mal y en el entorno no se incentiva hacer actividad física o deporte lo más probable es que en las familias e hijos tengan esos hábitos nocivos”, manifestó.

HÁBITOS SALUDABLES en alimentación, consumo de alcohol y vida activa son clave para prevenir o reducir el riesgo de hígado graso, como también para mantener la condición controlada y evitar complicaciones.

Los estilos de vida como causa o protección frente al hígado graso

Es claro que hay factores vinculados al desarrollo de hígado graso que no se pueden evitar como lo genético, pero el doctor Francisco Barrera enfatizó que se puede “reducir el riesgo en forma importante maximizando el estilo de vida saludable”.

Porque igual es claro que la acumulación de grasa y desarrollo de la afección está muy relacionada con la alimentación malsana caracterizada por consumo excesivo de comidas chatarras, productos ultraprocesados y nutrientes críticos como azúcares, hidratos de carbono simples y grasas saturadas. También por la inactividad física y el consumo excesivo de alcohol.

Hábitos nocivos también directamente relacionados con el riesgo de sobrepeso y obesidad, diabetes e hipertensión.

Ante ello, aseveró que desde la Achhep han puesto el acento en promover los hábitos saludables para prevenir el desarrollo del hígado graso y sus complicaciones, y en que se deben fomentar desde la infancia y adolescencia por ser periodos críticos en la formación de las personas con acciones de promoción dentro de las familias, escuelas y comunidad general. Aunque, nunca es tarde para cambiar las conductas y obtener beneficios.

Los hábitos saludables

La doctora Violeta Rivas dijo que el primer pilar es la alimentación saludable protagonizada por alimentos de origen natural y comidas caseras con inclusión variada y equilibrada de los distintos nutrientes. Destacó a la conocida como “dieta mediterránea”, que sea rica en frutas y verduras, cereales integrales, legumbres, grasas saludables, carnes blancas e idealmente pescado.

También es vital evitar el consumo excesivo de alcohol, que aclaró que se da cuando se bebe más de una copa de vino o cerveza al día en términos generales.

Otra arista esencial es mantener una vida activa y realizar regularmente actividad física. La recomendación de la OMS es que una persona adulta sana realice de 150 a 300 minutos semanales de intensidad vigorosa a moderada. Y la hepatóloga resaltó “al ejercicio aeróbico y principalmente de fuerza, porque hay mucha evidencia de que este es factor directo en la prevención y control de hígado graso y la acumulación de grasa visceral”.

Complicaciones

Generar estrategias particulares y públicas para avanzar en dichos aspectos es vital al considerar la realidad epidemiológica y efectos del hígado graso que lo hacen un problema de salud pública y social cada vez más grande, a raíz de consecuencias hepáticas y extrahepáticas que provoca.

Sobre lo hepático, la facultativa explicó que “el hígado graso se puede inflamar y generar hepatitis. La hepatitis por hígado graso con el tiempo se vuelve crónica y puede generar distintos grados de fibrosis en el hígado. Esto quiere decir que se empieza a poner más rígido e impide que la sangre pueda circular correctamente por este. Y el estadio último de los distintos grados de fibrosis es la cirrosis hepática”.

Y asociado al daño el tejido hepático está el cáncer de hígado.

Además, los pacientes con hígado graso tienen más riesgo de diabetes y cardiovascular. Y si este hígado graso comienza en la juventud predice el desarrollo de enfermedades cardiovasculares y diabetes en próximas dos décadas”, aseguró.

El problema es que las enfermedades cardiovasculares son la primera causa de muerte en Chile y el mundo, seguido por la patología oncológica en términos globales.

Mantener la alerta

Ahí el hincapié de la doctora Rivas en la importancia de tener estilos de vida que contribuyan a la prevención de hígado graso y que quienes tienen la condición la mantengan controlada, con tal de minimizar el avance de la enfermedad y su daño.

Entonces, es vital que las personas lleguen cuanto antes al diagnóstico. Ese es otro gran desafío, ya que contó que “en general el hígado graso es una condición asintomática y corresponde a un hallazgo incidental cuando al paciente le piden una imagen abdominal por otra causa”. Al respecto, advirtió que “se pueden presentar síntomas cuando el hígado graso genera complicaciones asociadas en estadios más avanzados, como la fibrosis o cirrosis hepática”.

¿Qué hacer? Para llegar precozmente y diagnosticar, la médica enfatizó que deben mantener la alerta encendida y acudir a chequeos las personas con factores de riesgo como obesidad, diabetes, hábitos alimentarios nocivos, consumo excesivo de alcohol, antecedente familiar o una imagen abdominal alterada. “Estos pacientes deben evaluarse en forma proactiva y dirigida por un médico gastroenterólogo o hepatólogo”, precisó.

La población general también debe ser responsable en la pesquisa como con la prevención, y un hábito saludable y de autocuidado es clave visitar la consulta médica de forma preventiva regularmente, para ir evaluando riesgos y estado de salud con exámenes pertinentes para medir distintos parámetros y pesquisar afecciones.

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