Es una circunstancia que debería servir para unir a los chilenos en torno a ideales comunes, trazar las líneas para continuar con el desarrollo de la Patria y no transformarse en una nueva oportunidad para profundizar las trincheras.
La dinámica de los cambios ya está instalada, no es necesaria la violencia, nunca lo ha sido, pero menos ahora cuando, para la gran mayoría de la cuidadanía, es evidente que se debe implementar los mecanismos para realizarlos, de cara a la gente.
Se requiere establecer ámbitos de encuentro, con las agrupaciones ciudadanas, o colectivos sociales, es esa la instancia necesaria e indispensable, para encontrar los canales que recojan las ideas de las personas, para definir qué clase de país queremos tener.
No debería ser difícil para los nuevos integrantes del Gobierno hacerse cargo con la mayor premura y no perder el contacto con la gente, una exigencia cada vez más crítica, en el nivel de clara advertencia.
La solución, con los recursos de nuestro estado de derecho, pasa por escuchar y actuar en consecuencia. Recoger la voz de la ciudadanía y transformarla en acciones efectivas a breve plazo y establecer un compromiso para avanzar progresivamente en aquellos aspectos de más compleja resolución.
La misma clase media, la que esperanzada, fue probablemente la que le diera una base política al actual gobierno, es la que percibe con mayor agudeza que sus expectativas no se estaban cumpliendo.