La Reforma Educacional no ha terminado de satisfacer a los involucrados; es decir, a sus actores, profesores y alumnos, y a los padres y apoderados que observan el real impacto de la educación en sus hijos, sin mencionar a la sociedad en su conjunto que ve en la educación la llave para el progreso.
Es paradójico que producto de esta crisis social se cuenten más de 200 personas con lesiones oculares. La falta de visión de los responsables de la conducción del país pareciera querer ser traspasada hacia quienes reclaman los cambios.
Habrá que esperar el desarrollo de las dos iniciativas para ver si será suficiente un procedimiento que recuerda procesos anteriores u otro, novedoso y delicado, en el cual se busca aquello que los manifestantes expresan: participación directa en los destinos de nuestro país.
El problema es que, en estos días, los medios no parecer estar ajenos a la crisis de credibilidad que ha afectado a tantas instituciones. Y sería un error que no aprovecháramos estos días bullentes para analizar nuestro quehacer con espíritu crítico.
El camino sentido por la mayoría ciudadana es la configuración de un acuerdo social global, demanda sintetizada en una nueva Constitución, y cuya expresión va en aumento a través de personas comunes y corrientes, gremios, sindicatos, organizaciones no gubernamentales, intelectuales, entre otros actores sociales.
El Estado de Derecho está incorporado en la Carta de la ONU y es un principio de gobernanza en el que todas las personas, instituciones y entidades, públicas y privadas, incluido el propio Estado, están sometidas a leyes que se promulgan públicamente, se hacen cumplir por igual y se aplican con independencia.