Cultura y Espectáculos

Vacua y tediosa: El legado del diablo

No es como El exorcista, según la venden. Es bastante inferior. Tampoco es la más aterradora del 2018. Es una película que se esfuerza demasiado en ser importante y se olvida de asustar.

Por: Esteban Andaur 23 de Junio 2018
Fotografía: Película

Letras blancas emergen sobre una pantalla negra. Es un obituario. Ellen Leigh ha muerto, dejando a su hija Annie Graham y la familia de ésta, su marido y sus hijos Peter y Charlie, una herencia de secretos, rencor y enfermedades mentales. El padre y el hermano de Annie murieron en circunstancias extremas, motivadas por depresión, esquizofrenia y psicosis. Ella misma padece de sonambulismo, lo cual le ha traído graves conflictos a su propia familia; durante las noches en que caminaba dormida, tal vez como un zombi, su inconsciente afloró, por ejemplo, en sentimientos reprimidos respecto a sus hijos, marcándolos de por vida. Pronto Charlie, la hija de 13 años de Annie y nieta favorita de Ellen, empieza a inquietar a la primera, y sus extraños comportamientos llegan a extenderse a su hermano mayor Peter, hundiendo aún más a la familia: ¿son manifestaciones tardías de traumas, se trata del legado patológico de Ellen… o algo más?

El plano inicial de El legado del diablo (2018), el primer largometraje del director Ari Aster, es un lento paneo a la habitación de trabajo de Annie, una miniaturista, donde podemos ver los avances de su próxima exposición, e ingresamos a la casa de los Graham a través de un zoom in a la miniatura de ésta. Ella expresa su inconsciente en su arte, quizá para mantener a raya su sonambulismo, y porque su duelo no se manifiesta en emociones, siendo éste abrumador en culpa y resentimiento. En sus creaciones, Annie representa los episodios desconcertantes de su vida, enfatizando lo trágico y lo grotesco. ¿Acaso al entrar a la miniatura de la casa, hemos entrado, literalmente, a la psiquis de la protagonista?

El legado del diablo comienza abordando del duelo. Annie está desorientada, pues no siente el pesar que debería sentir quien enfrenta una muerte de un ser querido tan cercano como lo es una madre. Todos reaccionamos de distintas formas a la muerte, eso es humano, y la película es certera en ésta y otras observaciones conductuales. En una escena, Annie le miente a Steve, diciéndole que va a ir al cine, cuando en realidad asiste a un grupo de terapia de duelo. Es en estos secretos que uno constata que esta familia está rota, pues uno ya lo sabe al minuto de empezar el metraje. ¿Por qué Annie teme decirle la verdad a Steve? Ella tiene que ser la fuerte del hogar: sin su madre, con quien nunca mantuvo una comunicación sana, ella carga con la responsabilidad de conservar bien a su familia, y es, asimismo, su oportunidad de resarcir la imagen maternal que nunca tuvo en sus propias acciones.

Mas el filme está interesado en lo sobrenatural.

Cuando Annie encuentra en las cosas de su madre libros de ocultismo, los deja, en una decisión muy conveniente, en lugar de leerlos. Y es conveniente, ya que de leerlos, Annie descubriría lo que sucede en su hogar y la película terminaría. Es en esta escena (que, además, incluye una visión fantasmal) que la película asume que en realidad no contiene drama, y, sin embargo, se desvía a la fuerza hacia ese territorio, <<desarrollando>> a sus personajes, <<exponiendo>> sus pasados traumáticos en rodeos ridículos.

Encima, Aster pretende confundir nuestra percepción de lo que vemos, con el subterfugio barato y cliché de la enfermedad mental. Es decir, puede ser que lo que hay de paranormal en el filme no sea tal, y Annie lo esté imaginando todo dentro de su extraño luto.

Si El legado del diablo se tratase de la patología mental, no me convenció. Nunca conocí la sociedad en que la historia transcurre, ni cuáles son los valores de ésta, ni los de los Graham; es decir, el filme no nos ofrece una perspectiva respecto a sus temas, sino que los expone de manera confusa, pretenciosa. ¿Por qué tengo que preocuparme por los Graham?

Debido a la publicidad, proclive a mostrar las partes terroríficas (escasas), promete originalidad. Pero lo que tenemos aquí es un thriller sobrenatural reminiscente a El resplandor en algunos planos, a El bebé de Rosemary en cuanto la familia es víctima de una secta diabólica. También, lo han vendido como una película de terror al estilo de El exorcista (1973), siendo todo menos terrorífica ni emocional como ésta, aunque sí le roba una escena con una llamarada en la oscuridad y otra con una ventana. Las cintas mencionadas son, en el fondo, dramas familiares, están basadas en novelas, y si bien El legado del diablo adquiere un cariz literario cuando Annie, por fin, investiga lo que está pasando en libros, carece de ritmo, mística y discurso.

La historia es demasiado oscura, casi a propósito, como para encontrar un punto con el cual empatizar con los personajes, quienes están ahí para obedecer las instrucciones del guion, y varias costuras se hacen aparentes en el relato. Todos están a la defensiva en la casa de los Graham. Cuando los sentimientos tiernos y alegres son explícitos, nunca son recíprocos. Tampoco las relaciones entre los padres y los hijos tienen las preguntas y los descubrimientos valóricos de estos vínculos.

Dado que empieza con una familia perturbada, no hay un orden normal que se rompa en la historia, la cual se vuelve monótona y tarda en entregar sus miserables sustos. No hay texturas narrativas, todo es un ineficaz descenso al infierno. Si hubiera desechado el elemento sobrenatural, habría sido un efectivo drama familiar, tan chocante que habría sido terrorífico. Es una familia atormentada por fantasmas, nada más. Simplemente los miré, comportándose en la pantalla de manera errática y alarmante. Ya sabía que hay fantasmas debido a la intertextualidad. Esperé sentado.

Es el tipo de película que se rehúsa a asustar en términos convencionales, pero a tal punto que en absoluto lo hace, y uno se queda admirando el oficio detrás de los <<sustos>>, que sobrecogido por su visceralidad.

Si bien las emociones enmudecen, lo que llega a ser ostentoso es el diseño de sonido. Algunos lo han llamado <<exquisito>> y, claro, es interesante, pero es repetitivo. Sin duda, Aster se esforzó bastante en crear una atmósfera única y opresiva, con una fotografía elegante y con motivos, y un diseño de sonido que no se cansa de mezclar la música con gruñidos y vientos raros. Hemos visto y escuchado esto antes. Y en tiempos en que la crítica de cine tiende al formalismo, es fácil tomar estos elementos y decir que una película es excelente. Pero el cine es más que eso, y es obvio que El legado del diablo quiere trascender a su género y ser algo más.

Tuve un problema con las actuaciones. La niña apenas sale en la película, siendo que aparece ad nauseam en la publicidad, y nunca se desarrolla. El padre no genera empatía en el público y no es empático con su esposa, y nunca se desarrolla. Y el hijo no es inteligente como para que nos preocupemos por él, es sólo un cliché del millennial adolescente y rebelde. Annie, interpretada por Toni Collette, es el mejor personaje, le dan los mejores diálogos. Mas sus escenas son artificiales. Lo que Aster escribió para Collette son monólogos ininterrumpidos de dolor y rabia, honestos, sí, pero contextualizados de tal forma que no es refutada de maneras creíbles; nadie es capaz de responderle con la misma virulencia. Y llora y grita demasiado al punto que uno queda exhausto de sus reacciones.

Collette se luce cuando su Annie revela que quiso abortar a uno de sus hijos. Mas esto no es tan perturbador como sí es triste. ¿Quería Aster generar terror con esto? Las mujeres embarazadas suelen pensar en el aborto no como una opción válida, sino porque nace de lo irracional; por lo que no me perturbó, habría sido ingenuo. ¿Y cuál es el punto de elaborar esta escena dentro de una secuencia de sueño?, ¿cuál es el efecto en la familia? ¿Y cuál es el propósito de teñir algunas escenas de humor negro cuando ni siquiera me importa lo que veo?

El legado del diablo necesita mucha más energía y un punto de vista. Me intrigó, pero no me dio miedo, no es psicológica ni entretenida. Es vacua, siútica y de lo más tediosa.

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