José Manuel Ventura Rojas
Integrante Centro Estudios Europeos UdeC
A finales del pasado agosto, presentamos en la Universidad de Concepción el libro de D. Bernardino Bravo Lira (Premio Nacional de Historia 2010), Constitución y reconstitución. Aunque publicado en 2022, actualización de un texto que apareció para el Bicentenario, merece la pena seguir difundiéndolo. Primero, porque no van a encontrar tantas obras que, como ésta, exponga, con una estructura tan sugestiva y clara, desglosada en cortos apartados para el lector actual, en menos de 200 páginas, rigurosas e informadas, una visión de conjunto tan perspicaz de la Historia de Iberoamérica. De los pueblos que han empleado, desde hace medio milenio, el castellano y portugués haciéndolos suyos y, a la vez, “riqueza común” (Commonwealth). Porque, una de las cosas que me llamaron la atención, cuando llegué a Chile (pero también en el resto de países americanos), era la limitada extensión de la enseñanza de Historia de América frente a lo nacional; y fíjense además en lo que prolifera hoy el uso del término “la región” para referirse al continente americano y díganme si so no podría significar un cierto provincianismo inconsciente.
Pero volvamos al libro de D. Bernardino, para señalar cómo el sabio uso de un enfoque “tradicional” tiene mucho que enseñarnos, también respecto a novedosas corrientes epistemológicas; incluso aunque no estemos de acuerdo con todos sus planteamientos, ya que no todos los problemas históricos pueden tener cabida en tan corto espacio. El proceso de las revoluciones liberales (también en Europa y no solo en América) supuso el reto de hacer operativas constituciones “redactadas en el papel”, pero hemos olvidado que sus no pocos fracasos, se relacionaron con sus planteamientos utópicos: no porque el término signifique “irrealizable”, sino porque ese “u-topos” o “no lugar”, la imaginación, aunque se pretenda racional, no debe darla la espalda a los hechos. Olvidamos también que, como Inglaterra, estos pueblos de habla hispana y lusa tenían “constituciones no escritas”; que existía ya una “división de poderes” entre la jurisdicción y el gobierno, simbolizados hasta hoy en la garnacha y el bastón de mando. Los estados americanos nacieron más o menos en torno a las jurisdicciones de las audiencias y lo demás, más allá de la fuerza de los accidentes geográficos, se tradujo en litigios que han durado hasta hoy.
Tampoco olvidemos que la Unión Europea nació y consolidó acuerdos e instituciones que duran hasta hoy basados en realizaciones concretas y no en hermosas abstracciones. Tal vez merece la pena recordarlo y plantearse si su legislación y gobierno sigue en la misma senda. Y, sobre todo, reflexionarlo en nuestro país. Si en la constitución de las Ciencias Sociales como tales, fue importante estudiar a las sociedades “como son” y lo primordialmente “como les gustaría ser”, en los campos del Derecho y la Política, esto sigue siendo igualmente medular.