Si algo muestra este debate es que el cuidado no es un asunto doméstico ni privado; es un tema social y comunitario.
El avance del proyecto que crea el Sistema Nacional de Apoyos y Cuidados vuelve a exponer una realidad en la que Chile arrastra una deuda histórica con quienes sostienen silenciosamente la autonomía, la dignidad y la vida diaria de miles de personas en situación de dependencia. Que el Senado haya abierto el debate con apoyos transversales no es un gesto menor; es la confirmación de que, más allá de las diferencias políticas, existe conciencia de la magnitud del problema.
Por eso, la discusión en el Senado tiene un profundo sentido social. Más allá de los matices o críticas que expresaron los senadores del Biobío, existe un diagnóstico transversal en que se necesita un sistema de cuidados porque las familias ya no pueden sostener solas esta responsabilidad.
Por ejemplo, la voz del senador Gastón Saavedra (PS) resalta precisamente esa urgencia de regularizar el trabajo de quienes cuidan, asegurar derechos previsionales y garantizar condiciones mínimas de dignidad es una deuda que el Estado ha acumulado por décadas.
Incluso las críticas más duras del senador Enrique Van Rysselberghe (UDI), orientadas a la falta de recursos directos en el proyecto actual, relevan la importancia de que las cuidadoras reciban apoyo real, no sólo estructuras administrativas.
En la misma línea, el senador Sebastián Keitel (Evópoli) recuerda que estamos frente a un cambio demográfico irreversible con una población que envejece y necesidades de cuidado que se multiplican. No se trata sólo de eficiencia estatal, sino de un compromiso ético con quienes no pueden valerse por sí mismos y con quienes dedican su vida a acompañarlos. Reconocer el derecho a cuidar y ser cuidado es, en esencia, reconocer la dignidad de todas las personas.
Si algo muestra este debate es que el cuidado no es un asunto doméstico ni privado; es un tema social y comunitario. Postergar su reconocimiento ha tenido un costo alto para, en su amplia mayoría, mujeres que quedan fuera del mercado laboral, personas mayores sin apoyos adecuados, familias que se empobrecen por dedicar tiempo completo al cuidado de un ser querido. En Chile, cuidar todavía implica elegir entre el bienestar propio y el de otro. Y eso es, en sí mismo, algo que aún falta reconocer debidamente a nivel estatal.