Editorial

Faltante contenido de formación ciudadana

Por: Editorial Diario Concepción 25 de Noviembre 2019
Fotografía: Raphael Sierra P.

Han surgido múltiples declaraciones para describir, con asombro, las formas con las cuales se han manifestado los chilenos ante la situación social que conmueve el país, numerosos intentos de encontrar una explicación al comportamiento de chilenos ante la frustración, la indignación, la rabia o la pérdida de la paciencia. Poder marchar masivamente, con alegría ante la lucha pacífica por una causa justa, con el humor irreverente que puede ser parte de nuestra idiosincrasia, o transformarse en una masa enardecida que ataca bienes públicos y privados, incendia y de paso agrede o saquea.

Nuestra sociedad es responsable de haber dejado niños en situación de marginalidad, formados en la pobreza y la violencia, lo que podría explicar que no sientan hacia ella obligación alguna, pero hay aún otro factor que está relacionado con una de las áreas conflictivas en el debate nacional; la educación y en ella la desaparición de ciertos contenidos y capacitaciones de evidente relevancia en las conductas asociales que se ha venido observando, cada vez con más frecuencia.

Existe un principio fundamental que no debe perderse de vista; cada nación, cuando se organiza en un Estado, establece, en primer lugar, cuáles serán las reglas del juego, las que resultan de acuerdos y principios básicos que se plasman en una Constitución, que pasa a ser la carta fundamental, la base sobre la cual se establece el funcionamiento de las naciones. Un documento cuya existencia sería de nula importancia si nadie lo conociera, o nadie estuviera dispuesto a respetarlo.

En Chile, a fines del siglo XIX y principio del XX, los programas de estudio reforzaban las nociones de ciudadanía, memoria e identidad, estableciendo los deberes y derechos de los habitantes y ciudadanos. Tenían como propósito, enseñar cómo se formó el Estado, el desarrollo de las instituciones, el trabajo realizado por la libertad, el desarrollo y la estabilidad de la patria, la democracia y los medios para robustecerla y conseguir con ella una mejor sociedad, temas que se hacían instrumentales mediante los contenidos de la Educación Cívica que tenía como objetivo comunicar las responsabilidades y derechos de los futuros ciudadanos, que tendrán derechos que ejercer y deberes que cumplir.

En diversas reformas curriculares se ha optado por hacer desaparecer estos contenidos en forma explícita, se les ha sumergido en asignaturas que actúan como áreas de conocimiento, en un contenedor mayor, que acepta toda suerte de asuntos relacionados, perdiéndose la identidad y la jerarquía de cada uno de ellos en particular, por lo tanto, la aprobación de esa asignatura, como Ciencias Sociales, por ejemplo, no da cuenta si específicamente los contenidos de Educación Cívica, han sido cubiertos satisfactoriamente, o el alumno aprueba, haciendo inadvertido uso de la tiranía de los promedios.

Diversas señales hacen hoy más evidente que nunca la necesidad de impartir formación cívica como un componente curricular explícito, tales como el desinterés en la “res publica” y su falta de motivación para participar en las formas tradicionales de canalización de intereses públicos. Sin saber de qué se trata, sin respetar ni reconocer las estructuras del Estado, los grupos se comportan como es de esperar, incivilizadamente. Sin las nociones indispensables de civilidad que indican el papel que cada quien debe desempeñar en el tejido social, con un cabal conocimiento de derechos y deberes, de normas de conducta, de la normalidad del funcionamiento de una nación de la cual todos somos parte.

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