Editorial

¿Cómo implementar el Acuerdo por la paz y nueva Constitución?

La sensación de la ciudadanía, entonces, es que, por más que se produzcan manifestaciones multitudinarias, los responsables de hacerse cargo de los problemas hondamente sentidos y justamente demandados, no lo han hecho cuando debieron haberlo enfrentado.

Por: Editorial Diario Concepción 24 de Noviembre 2019
Fotografía: Agencia UNO

Esta semana se cumplió un mes desde que se produjo, en muchas ciudades del país, la crisis social denominada Chile despertó. Cualquiera que recorra las calles del centro de Concepción puede constatar que todos los anuncios realizados recientemente, los que consideran el Acuerdo por la paz y nueva Constitución y las últimas propuestas del Presidente Piñera, no han logrado disminuir la protesta generalizada de una civilidad que continúa masivamente manifestándose en distintos centros urbanos.

Más allá de que la mayoría de los sectores políticos y el propio gobierno valoran el Acuerdo… lo cierto es que quienes provocaron este cambio absoluto en la sociedad chilena no se dan por satisfechos.

¿Qué ha sucedido que los cambios anunciados no disminuyen la efervescencia ciudadana?

Sin duda, lo ocurrido muestra años de desatención de las demandas planteadas, período que sistemáticamente presentó las mismas causas que parecieran haberse entremezclado en un solo estallido social. En efecto, sólo basta recordar una de las demandas más sentidas, educación gratuita y de calidad, para recordar las primeras protestas el año 1995, el 2002, el 2006 (los históricos pingüinos) y el 2011, único punto que sólo después de 7 meses de ininterrumpidas movilizaciones lograron conseguir la primera parte de la consigna, unos años después con la denominada Ley de gratuidad. Para qué mencionar las protestas multitudinarias de NO + AFP, las que congregaron a millones de chilenos y chilenas en todo el país sin que hubiese producido ninguna modificación, lo que significa que estas empresas siguen obteniendo grandes ganancias en tanto los jubilados siguen recibiendo pensiones indignas.

La sensación de la ciudadanía, entonces, es que, por más que se produzcan manifestaciones multitudinarias, los responsables de hacerse cargo de los problemas hondamente sentidos y justamente demandados no lo han hecho cuando debieron haberlo enfrentado.

Por ello, una parte importante de las personas que durante un mes protestaron en las calles, la gran mayoría los mismos jóvenes desencantados con la política chilena, continúa haciéndolo. Es la desconfianza hacia la clase política la que no permite que el Acuerdo por la paz y nueva Constitución haya logrado amainar el temporal social.

En una columna de Carlos Dorn, aparecida en un matutino digital de Santiago hace un par de días atrás, se ofrecen algunas medidas que las dirigencias del país de todos los sectores deberían recoger y que permitirían romper precisamente con puntos que provocan aún desconfianza hacia el Acuerdo: plebiscito con participación obligatoria de entrada y salida; candidatos/as independientes con reales posibilidades de participar en el proceso; en los plebiscitos, articulación por parte del estado de medidas de transporte público gratuito y masivo para que la igualdad político-social sea efectivamente real. A ello, necesariamente debe agregarse el tema de la paridad de género y la participación de los pueblos originarios, a fin de garantizar la representación adecuada de ambos sectores de la población chilena.

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