Editorial

Necesaria reducción de las brechas en infraestructura urbana

Está en instalada, con más urgencia que nunca, la dinámica de cerrar la brecha de infraestructura, el resultado de la pérdida de cohesión urbana, un cambio que resulta fundamental para cerrar la brecha social.

Por: Editorial Diario Concepción 20 de Noviembre 2019
Fotografía: Carolina Echagüe M.

El entorno de las familias, la calidad de sus viviendas y barrios determina, de un modo u otro, su calidad de vida. Zonas alejadas en los extramuros urbanos, en guetos horizontales, pueden condicionar formas de comportamiento social. Durante los episodios de violencia sufrida sobre todo en el centro de las ciudades, han participado por lo general jóvenes, muchos utilizando un lenguaje propio, con actitudes desafiantes y agresivas, sin temor, con rabia. En relación con ello, numerosos sociólogos identifican a estos niños y jóvenes como los hijos de la sociedad actual.

El Foro Económico Mundial (FEM) señala que América Latina es la región más urbanizada del planeta. En poco más de una generación, entre 1950 y 2010, la proporción de personas que viven en las ciudades creció de alrededor del 30% a poco más del 85%. Se proyecta que para el 2050, el 90% de los latinoamericanos vivirá en ciudades. Hoy en día, hay más de 55 ciudades en América Latina con poblaciones de un millón de personas o más, incluidas algunas de las áreas metropolitanas más grandes del planeta. Ninguna otra parte del mundo se ha urbanizado con más rapidez.

Está en consecuencia instalada, con más urgencia que nunca, la dinámica de cerrar la brecha de infraestructura, el resultado de la pérdida de cohesión urbana, un cambio que resulta fundamental para cerrar la brecha social. De ese modo, según la experiencia del Foro aludido, se logra tanto mayor productividad como mayor movilidad social. En términos de los expertos, “esto juega un rol fundamental para tender estos puentes y rutas que permitan transitar de una situación de pobreza a otra de mayor prosperidad”.

El estallido social chileno brota de modo espontáneo cuando la gota rebasa el vaso, alcanzando el punto crítico, del cual más de una sociedad se encuentra cercana. Es posible concluir que muchas ciudades de América Latina tienen la obligación de mirar hacia el futuro, como la nuestra, en una instancia de examen desnudo de sus perspectivas, con la obligación de armonizar con urgencia las políticas que respalden, tanto el crecimiento como la redistribución de los ingresos y la disminución de inequidad en el uso del territorio urbano.

Es necesario entonces, como se ha hecho en otras urbes, abordar las restricciones de accesibilidad para los más vulnerables, que los gobiernos sean más proactivos en la adquisición de tierras, el desarrollo de normas para la determinación de zonas más inteligentes y la generación de empresas conjuntas para impulsar un desarrollo cívico y urbano totalmente nuevo, salir al paso de errores del pasado reciente. Se requiere abordar seriamente la problemática generada por la reunión de viviendas sociales ubicadas en la periferia de las ciudades y alejadas, por tanto, de los centros de trabajo de las personas, con áreas verdes exiguas, sin los servicios adecuados, con sistemas complejos y demorosos de transporte.

La actitud destructiva observada en duros episodios de protestas, bien pueden responder a un entorno percibido como ajeno y discriminador, con el cual no hay contemplaciones y, por otra parte, al hecho que muchas personas han sido apartadas de las oportunidades y relegadas a su condición de vulnerabilidad. En este contexto, la ciudad receptiva, inclusiva e integrada es el paso pendiente.

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