Editorial

Renovar el compromiso de todos con la Patria

Es necesario señalar que la Patria será siempre un proyecto en construcción, cuya fin último es la posibilidad de convertir en realidad el deseo común. Lograr que el deseo, inicialmente de algunos, se transforme en una ambición colectiva, que bien podría ser la primera forma de patriotismo.

Por: Editorial Diario Concepción 18 de Septiembre 2019
Fotografía: Referencial

El 18 de septiembre de 1810, a las nueve de la mañana, con la presencia de unos 400 ciudadanos comienza el Cabildo Abierto. Los posibles miembros de la junta habían sido elegidos cuidadosamente por los integrantes del Cabildo de Santiago, con el fin de representar a cada sector de la sociedad, asegurando así la mantención de cierto equilibrio. Todos ellos fueron aceptados por aclamación de los vecinos presentes; Mateo de Toro y Zambrano, presidente de la Junta, representaba al rey; José Antonio Martínez de Aldunate, vicepresidente de la junta, obispo de Santiago, representaba a la Iglesia; Fernando Márquez de la Plata, Consejero de Indias, primer vocal de la junta, representaba a los europeos juntistas; Juan Martínez de Rosas, segundo vocal, representaba a la aristocracia de Concepción; Ignacio de la Carrera, tercer vocal, representaba a la aristocracia de Santiago.

Como es sabido, esta junta no tenía como propósito la independencia de Chile, sino más bien hacerse cargo de su funcionamiento, ya que el rey de España, Fernando VII, había abdicado, cediendo a Napoleón Bonaparte sus derechos a la Corona. Sin embargo, esa primera autonomía relativa contenía el primer indicio de identidad nacional, aparte del gobierno peninsular. La Patria, casi sin proponérselo estaba naciendo.

Es necesario señalar que la Patria será siempre un proyecto en construcción, cuya finalidad última es la posibilidad de convertir en realidad el deseo común. Lograr que el deseo, inicialmente de algunas personas, se transforme en una ambición colectiva, que bien podría ser la primera forma de patriotismo, el lazo que une a las personas en ese territorio particular, un fuerte e indisoluble sentimiento de pertenencia que nos despoja de egoísmos, que nos invita a que seamos tolerantes, para responder con nuestras actitudes y acciones a continuar construyéndola.

Cien años más tarde de esa junta, al revisar la organización de los festejos oficiales del centenario de la independencia de Chile, según una publicación de revista Historia del año 2015, esa construcción estaba en plena marcha. La instancia era propicia para examinar por intermedio de los intelectuales de la época, los principales problemas que aquejaban al país; al proceso de construcción nacional y de identidad; la ciudad y sus transformaciones como escenario de la modernidad y del progreso en la época del centenario así como los festejos organizados en las regiones.

Es interesante consignar que si bien los gobiernos encabezados por Germán Riesco y Pedro Montt desarrollaron algunas iniciativas con respecto a la celebración centenaria, ya fuese mediante la creación de comisiones especiales o presentando proyectos de ley sobre los festejos, la iniciativa estuvo casi exclusivamente en el Poder Legislativo y éste no parecía tener demasiado interés. Una situación que motiva la intervención de Ramón Subercaseaux en el Senado: “En todo sentido, toca a la sociedad chilena, por la propia estimación de sí misma, ocuparse en la conmemoración de su primer centenario. Ella lo quiere hacer, pero sus mandatarios, los poderes públicos, y sobre todo el Gobierno, parecen desinteresarse. Van a despertarse en el último momento, como ante un ruido callejero, y no podrán ni discurrir con oportunidad ni disponer lo que sea adecuado y decoroso”.

La popular celebración de nuestra independencia tiene esa antigua y fuerte raíz en la sociedad chilena, falta crecer, todavía más, en compromiso con la Patria, el esfuerzo de cada uno de nosotros para hacerla más grande y más justa. Viva Chile.

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