Editorial

Una mirada a nuestra propia deforestación

Hay leyes suficientes, no es necesario dictar otras nuevas, para utilizar las herramientas del Estado en el cuidado de las riquezas de nuestro territorio.

Por: Editorial Diario Concepción 30 de Agosto 2019
Fotografía: La Tercera

Si hay algún evento que sirva de testimonio para valorar la justicia de la propuesta de la aldea global, es el inmenso incendio de la selva brasileña, por supuesto que detectada localmente, pero en minutos transformado en problema mundial con las imágenes indesmentibles de las fotografías satelitales, el auténtico ojo del hermano mayor, que no pierde ocasión para demostrar la relatividad de los aconteceres otrora reservados.

Esta catástrofe ha sido descrita por todos los idiomas de la Tierra, cada nación se ha sentido convocada a expresa su opinión, su preocupación o su repudio, al mismo tiempo que se ofrece ayuda internacional para controlar el fuego, una situación que ha vaciado los tinteros de los mejores columnistas. Sin embargo, también estos acontecimientos sirven para poner de relieve que es posible ver la paja en el ojo ajeno e ignorar la viga en el propio.

Sin una cobertura de tal magnitud, nuestro país tiene al respecto mucho que decir y también mucho de qué responder, desplazado a un costado marginal de los acontecimientos que ocupan la opinión pública y la cobertura de los medios se encuentra la denuncia de la tala ilegal de bosque nativo en Chiloé, que amenaza el recurso de agua dulce y altera profundamente el equilibrio ecológico y empobrece un patrimonio arbóreo nativo de muy compleja reposición.

Nuestro país y las autoridades responsables tiene que tener muchas precauciones antes de lanzar piedras, ante la fragilidad de su techumbre, ya que la agresión a los bosques de esa isla emblemática tiene muy larga data y para peor nunca fue insignificante, para no retroceder demasiado estos hechos fueron incluidos en los fascículos escolares de la desaparecida revista Icarito, con el título Árboles en peligro, el año 2004.

En el año 2013, la Corporación Nacional Forestal (Conaf), informaba que un total de veintidós sectores rurales donde se ha practicaba la tala ilegal de bosque nativo, en la provincia de Chiloé. Durante las obras de explotación se cortaron las especies de ulmo, tepa, tineo, canelo, luma y Meili, en sólo una de estos sectores fueron intervenidas 35 hectáreas de superficie boscosa, donde los infractores cortaron árboles de mejor calidad maderera. Durante el verano de año siguiente, se informaba que había sido necesario distribuir agua a más de 80 localidades con camiones.

El cuadro, guardando las debidas precauciones, es preocupantemente similar a lo que ocurre en Brasil, la denuncia desoída de lugareños a fines de 2011 a la Asociación de Ingenieros Forestales por el Bosque Nativo (Aifbn), en Ancud, denunciando las actividades de una empresa al adquirir 24 predios, unas 2.800 hectáreas en la zona; en dos de los cuales se comprobó con imágenes satelitales y en terreno, la degradación y sustitución de bosque nativos adultos.

El cambio climático con el resultado de alza de temperaturas estivales va a aumentar las ya elevadas posibilidades de incendios forestales, con la destrucción de bosques que se suma a los daños por actividad humana de explotación, para Chiloé con un futuro próximo de puente con el continente que puede resultar como catalizador, para nuestra zona la amenaza de perder una de sus marcas de identidad, los árboles.

Hay leyes suficientes, no es necesario dictar otras nuevas, para utilizar las herramientas del Estado en el cuidado de las riquezas de nuestro territorio, una de sus obligaciones constitucionales.

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