Editorial

Las señales desoídas del sistema educacional chileno

El fenómeno que delata la búsqueda de la calidad en la formación de los hijos, es la demanda, sobre todo la mayoritaria clase media, que suele declarar que la única herencia que pueden dejarles es una buena educación.

Por: Editorial Diario Concepción 20 de Agosto 2019
Fotografía: Referencial

Se extinguió un período presidencial y se encuentra en plena marcha el que lo ha sucedido, ambos actores responsables, en diferente medida, del fundamental cambio de la reforma educacional, un cambio que impactó con mucha fuerza la sociedad chilena y que el paso de los años no ha hecho otra cosa que reactivar, solo que en aspectos fragmentados de esa realidad, con polémicas todavía agudas; de financiamiento, de política de selección, de pruebas de diagnóstico y admisión, de contenidos de la enseñanza media y la toma de razón de la importancia de la educación superior técnico-profesional.

No ha habido reposo y, sin embargo, el producto más señalado no prospera en todos los niveles, la tan mencionada calidad, que se supone debería estar garantizada en todos los establecimientos educacionales de Chile, que si bien es cierto puede haber algunos mejores que otros, esta calificación debería ser por sobre el nivel de bueno, no como el mejor de un colectivo de regular a insatisfactorio.

El fenómeno que delata la ausencia del estándar necesario, es la demanda, los padres chilenos buscan la calidad en la educación de sus hijos, sobre todo la mayoritaria clase media, que desde tiempos históricos han declarado que la única herencia que pueden dejarles, es una buena educación. Si no los matriculan en las instituciones públicas es porque estas no les garantizan esa seguridad elemental.

Un largo reportaje en este medio, hace tres años, informaba del deterioro dramático de la matrícula en los establecimientos de educación media de nuestra ciudad, con los casos emblemáticos del liceo Juan Martínez de Rozas, que de una matrícula de 1.500 alumnos que tuvo en el pasado contaba  entonces con sólo 102 alumnos,  promediando 16 por sala, en un edificio de dos pisos y casi media cuadra de extensión que aparecía prácticamente deshabitado, la realidad actual es peor, 81 estudiantes con 13 alumnos promedio por sala. El Liceo de Hombres Enrique Molina, un establecimiento emblemático para la Región, mostraba en 2016 sólo 520 matriculados de 2.800 estudiantes en su mejor momento, actualmente tiene 354, con un promedio de 19 en cada sala de clases.

En términos generales, se estima que en poco menos de 20 años, el sistema municipal en Chile ha perdido más de 600 mil alumnos, mientras que en el mismo período, el particular subvencionado creció 900 mil. En otras palabras, aquí el factor clave fue la elección de los padres en busca de una educación de mejor calidad para sus hijos, al no poder observarla en los colegios públicos, inmersos en polémicas, conflictos gremiales y paros, con una política de Estado que no ha sido capaz de  lograr el nivel de calidad que podría esperarse después de enormes inversiones en infraestructura y  recurso humano.

El cambio estructural en la educación chilena está todavía en la lista de cosas por hacer, sobre todo en las fases iniciales, que de ser adecuada permitiría dar fundamentos a la calidad en las etapas sucesivas del proceso formativo, mejorando sustantivamente el nivel de aquellos que ingresen a los establecimientos de educación superior, sean estos universitarios o de formación técnico-profesional. Si bien es cierto hay otras razones externas al sistema para explicar los resultados, hay mucho que hacer en el mundo propio de la educación.

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