Editorial

La tarea del Estado y las oportunidades de cambio para los niños

Por: Editorial Diario Concepción 24 de Octubre 2018
Fotografía: Referencial

El fenómeno de la riqueza distribuida asimétricamente es de siempre y en todas partes el gran cambio en esta situación, como consecuencia de la mayor madurez de los colectivos sociales, es la transversal concepción de los derechos de las personas a participar ponderadamente en el desarrollo de las naciones, tener oportunidades para mejorar la situación de cada uno de los integrantes de la sociedad, según sus particulares méritos.

Sin embargo, al observar que no importando los esfuerzos, los cambios para mejor no se consiguen la mayoría de las veces y quienes escapan de las situaciones vulnerables son más bien excepcionales, es importante examinar qué otros factores operan para la superación de la pobreza.

Cuánto hay del esfuerzo personal y cuánto de otros factores por completo ajenos a su voluntad. En ese sentido, se ha llegado a establecer que la mayor parte de la desigualdad en el ingreso de los adultos de América Latina y en el resto del mundo, se debe a circunstancias personales sucedidas durante su niñez. En base a diversas investigaciones para mejor entender esta situación, se ha concluido que en esta dinámica confluyen alguno o la mayor parte de los siguientes factores; la raza, el género, el lugar de nacimiento y el nivel educativo, y de educación de los padres, los cuales influyen poderosamente para determinar el futuro de un ser humano.

Para los expertos, el nivel de formación de los padres y el ingreso de la familia condicionan fuertemente el futuro de los niños, haciendo que la falta de oportunidades no sea aleatoria, sino sistemática; “gran parte de ese futuro se forma mientras estamos en el vientre y en nuestros primeros cinco años… en los primeros mil días de vida se juega el futuro del niño, etapa en la que se desarrolla más del 65% de su cerebro…”.

Por eso, es la más temprana infancia el momento más indicado para intervenir en el mejoramiento de la sociedad, con un polinomio de elementos. Para conseguir acortar la brecha de la desigualdad de oportunidades de los niños más vulnerables no basta poner los esfuerzos en la educación preescolar. Se debe asegurar el desarrollo físico, cognitivo y emocional en sus primeros años.

Por otra parte, la neurociencia entrega información de tal fuerza de evidencia que no es explicable se haya prestado insuficiente atención y la educación temprana no esté en centro de las prioridades educacionales. Se sabe que el desarrollo del cerebro es un proceso lento, que empieza en la concepción y no cesa hasta la muerte, hasta los 3 años de vida se forman más de dos tercios de las conexiones neuronales del cerebro. Por ello, las experiencias que vive un niño en esta etapa son cruciales: impactan la arquitectura de su cerebro y determinan si este tendrá los cimientos que requiere el niño para su futuro aprendizaje, su salud y comportamiento.

Los ambientes familiares que no estimulan a los niños y fracasan en cultivar sus habilidades en la primera infancia, los ponen en una desventaja temprana muy difícil de revertir en el futuro. Sin cerebros sanos y bien desarrollados no hay educación posible. De ahí la urgencia de la intervención temprana, pues los efectos de no actuar a tiempo son permanentes.

Es necesario mejorar sustantivamente la tarea del Estado para hacerse cargo de mejorar las oportunidades de los niños chilenos, por altos que sean los costos, las ganancias son infinitamente más altas, si no fuera exactamente así, igualmente no hay mejor opción.

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