Editorial

El difícil panorama que enfrenta hoy la clase media en el país

Por: Editorial Diario Concepción 01 de Agosto 2018
Fotografía: Isidoro Valenzuela M.

La clase media sigue siendo una condición social y económica ambigua. Podría considerarse un estado más bien de exclusión, si no se es pobre de solemnidad o rico sin duda alguna, aspiracional en permanente situación de lucha y vulnerabilidad.

En ese sentido, no resulta extraño que se experimenten fluctuaciones en cortos lapsos. En la clase media chilena, por ejemplo, se han observado cambios notables en los últimos años y se la ha descrito con más recursos económicos, mayor escolaridad, pero más individualista.

Para las estadísticas, que siempre asumen la obligación de clasificar a como dé lugar el parámetro más a mano, o más objetivo si se quiere, es el dinero o los ingresos. De esa manera, existen indicadores como la encuesta Casen, que incluye en esta categoría aquella población que está justo en la mitad de la distribución de ingresos, el grupo conocido popularmente como el Tercer Quintil.

Más en detalle, en este colectivo hay varias tendencias que se han mantenido durante los últimos años, en términos específicamente de ingresos; la evolución positiva de los últimos diez años; si en 2006 el ingreso del hogar de este grupo llegaba a $478.066, en 2015 totalizaba $625.593, ambos datos descontando inflación, con lo que el alza real de ingresos fue de 30% en 10 años, ocho puntos por sobre el aumento a nivel de la población total.

Sin embargo, estas familias, sin el blindaje de la solidez de recursos financieros y dejadas a sus propios medios por el aparato de ayuda estatal, resultan mayormente afectadas cuando se registran las alzas de precios. En Chile, la clase media ha sufrido el encarecimiento del costo de la vida, principalmente, en las ciudades grandes, como Santiago y Concepción, donde los servicios básicos han aumentado de precio, la movilización, la educación, entre otros- , han disminuido su márgenes, limitando sus aspiraciones por un mejor pasar. En ese panorama, ni hablar de vacaciones o de la posibilidad de ahorrar.

Mientras no se produzca un sinceramiento de la situación real de la frágil clase media chilena, no habrá políticas para los apoyos que requiera para enfrentar dificultades como las descritas anteriormente. Y su crecimiento no tiene una base sólida, y la deja expuesta a situaciones de riesgo.

La clase media chilena no es la clase media de países del primer mundo. Si bien es cierto, cuenta con ingresos para cubrir de buena manera sus necesidades básicas, no dispone de la holgura necesaria para enfrentar factores propios de ascender de nivel: la casa propia requiere de inversiones, el alto costo de la educación de los hijos, o nuevos compromisos sociales. La duda es hasta qué punto esas posiciones son estables, ya que la vulnerabilidad de este sector determina una permanente amenaza de caer en el endeudamiento.

Por no tener una posición social estable, hay en este numeroso segmento de la población nacional un aumento permanente del individualismo, que se traduce en una falta de sintonía con las normas de una sociedad en la cual no se encuentra claramente inserto, por lo tanto, sus intereses radican en su vida privada. Al no ver en las instituciones establecidas respuesta a esta situación podría ser atraído por ofertas políticas populistas, una posibilidad digna de ser tomada en consideración.

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