Cultura y Espectáculos

La controvertida Girl, premiada en Cannes

72° versión del Festival de Cannes llega a su fin hoy, ocasión ideal para revisitar una de las películas ganadoras del año pasado, estrenada hace poco como una original de Netflix.

Por: Esteban Andaur 25 de Mayo 2019
Fotografía: Girl

Lara (Victor Polster) es una chica trans de dieciséis años en tratamiento hormonal para realizarse una cirugía de reasignación de sexo, tras la cual será físicamente una mujer. Acaba de ser admitida para un período de prueba en una prestigiosa escuela de ballet, aunque su edad implica un comienzo tardío en la danza. Éste es uno de los obstáculos que deberá enfrentar antes de llegar al fin de su proceso, además de la ansiedad natural por ser pronto en el exterior quien ya es en el interior.

Girl (2018) es el largometraje debut del director belga Lukas Dhont, por el cual ganó la Queer Palm y el premio Caméra d’Or en Cannes 2018; por su parte, Polster fue galardonado como Mejor Actor en la sección Un Certain Regard. El filme es novedoso en asumir la perspectiva de la adolescencia para examinar la transexualidad, aunque hay tropiezos frecuentes, los cuales son difíciles de soslayar durante el visionado. Me hizo valorar más lo que hizo Una mujer fantástica (2017) y perdonar sus errores.

El ballet, al igual que el canto lírico lo era para Marina en la película de Sebastián Lelio, es aquí la forma que tiene Lara de ingresar al mundo femenino y adueñarse de sus códigos, adoptando una disciplina artística que suele asociarse a las mujeres y que conlleva grandes prejuicios para los hombres que la practican. Es una sutil transgresión. Pero es ante todo un espejo de la transición física de Lara. Después de los ensayos, la vemos curando heridas feas en sus pies; luego, en el baño, despega adhesivos que impiden que sus genitales masculinos se noten en su ropa, lo que le produce más heridas. Las discusiones entre la muchacha, su padre y los médicos son gráficas, en cuanto éstos últimos le advierten a la familia de la violencia de la cirugía; no vemos nada de esto, pero tenemos el sangramiento posterior a las clases de danza para ilustrarnos la idea.

Se supone que una persona que se prepara para una operación de este tipo debe cuidar su cuerpo de la forma que éste es, para llegar fuerte al quirófano y asegurar un resultado exitoso, esto es, salutífero y permanente. Sin embargo, la chica insiste en reprimir severamente su zona genital durante todo el metraje, cuando a) no es necesario y b) le hace daño. Está de más decir que la piel de esa área del cuerpo es muy sensible y delgada. Es imposible que a su edad no se percate de esto e ignore las consecuencias: la gente a su alrededor persiste en recordarle las indicaciones médicas. Mas Lara desoye a quienes la apoyan.

Ella es demasiado autodestructiva como para ser verosímil en este contexto. Llegué a preguntarme si acaso no se toma su transición en serio, e incluso si su transexualidad es un síntoma de un problema más hondo, y caí en la cuenta de que Dhont no tiene la menor idea de lo que es la transexualidad, ni le interesa mucho saber en el sentido de, digamos, iluminar al público al respecto.

Para alguien como Lara, que tiene una familia amorosa y a especialistas preocupados y responsables, es improbable que se sabotee a sí misma con tal radicalidad (el escenario sería distinto si su círculo afectivo más cercano la rechazara y fuera propensa a la soledad). Esto llega a su cenit en la escena del clímax, donde ella realiza algo tan extremo (y prosaico), que es absurdo. Al final, el viaje interno del personaje pareciera no importarle al realizador, que espera que interpretemos su tormento desde el lugar común de la angustia y la incertidumbre inherentes a la adolescencia.

Pero si queremos entender lo que hace Lara, necesitamos otras capas en el guion que justifiquen su conducta. No basta una escena en que sus compañeras la obligan a mostrar sus genitales, ya que son personajes secundarios con repercusiones mínimas en la historia. En el fondo, Dhont explota a su protagonista a través de desnudos banales, y forzándola a suspender su inteligencia e incurrir en comportamientos erráticos y hasta masoquistas, para dejar tal impresión en el público que lo haga ganar premios en festivales. Y los ha ganado.

Si le quitamos las autolesiones, no hay drama, y el filme se queda en una mera disertación. Y había drama en Una mujer fantástica.

No obstante los vicios de la narración, el director demuestra perspicacia en las mejores escenas. Por ejemplo, aquéllas entre Lara y su psicólogo logran conmover por su sinceridad; ella le confiesa que prefiere postergar su desarrollo afectivo/sexual hasta que tenga el cuerpo de mujer que desea, lo que es coherente con la insatisfacción corporal propia de esa edad, y así la historia alcanza cierta universalidad.

La elección de Polster, un adolescente heterosexual, se ha discutido ad nauseam; Dhont buscaba a alguien entrenado en ballet y con un fenotipo específico, encontrando ambas características en su actor seleccionado; y es notable cómo él desaparece en su papel, haciéndonos imposible imaginar a alguien más como la muchacha.

A pesar de que las intenciones sean, a todas luces, muy buenas, la película reduce la transexualidad a una excusa fácil para el shock y el patetismo. Girl termina siendo un trabajo de oportunismo social en lugar de compasión.

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