Cultura y Espectáculos

Crítica de cine: El 40° aniversario de Superman

El clásico de los 70 fue la película inaugural del género de superhéroes y esta semana cumplió 40 años desde su estreno, celebrado con una única exhibición en Cinemark a lo largo del país.

Por: Esteban Andaur 15 de Diciembre 2018
Fotografía: Referencial

En una osada elaboración intertextual, en la pantalla vemos otra pantalla de cine, la de un cine antiguo, cuyas cortinas se abren y es proyectada la imagen en blanco y negro de Action Comics No. 1, la primera historieta del Hombre de Acero y cuyos paneles son leídos por la voz de un niño. La música de John Williams se hace cada vez más fuerte; la pantalla, ahora sin cortinas, se llena de color y vemos las estrellas del espacio sideral; y así comienzan los inolvidables títulos iniciales tridimensionales. Superman (1978) fue la primera película moderna de superhéroes y es el gran clásico del género. Dado que Action Comics No. 1 fue publicada en junio de 1938, Warner Bros. quería estrenar su innovador largometraje en dicho mes para conmemorar los cuarenta años del cómic; pero los desafíos de los efectos especiales, sumado a que decidieron filmar la secuela simultáneamente, demoraron el estreno al 10 de diciembre del ‘78. Y justo cuatro décadas después, en la misma fecha, Superman fue reestrenada en Chile para celebrar su legado perenne.

Ostensiblemente, la obra maestra del director Richard Donner (popular por La profecía [1976] y luego Arma mortal [1987]), éste fue uno de los blockbusters definitivos de los 70 y uno de los mejores ejemplos de la narrativa del Viaje en el cine popular. Es la historia del origen de un superhéroe, el tipo de relato que siempre vemos en el género hoy en día. El bebé Kal-El es enviado a la Tierra desde el planeta Krypton, justo antes de que éste fuera destruido por su propio Sol al convertirse en supernova. En la Tierra es acogido por los Kent, una pareja de padres infértiles, quienes le dan el nombre terrestre de Clark. Crece como un niño ordinario, pero desadaptado, debido a que sus superpoderes podrían poner en riesgo su seguridad al exponerse a las demás personas y se limita a participar de actividades masivas.

Los héroes siempre son apartados del resto desde pequeños. Deben aprender a ser observadores antes que a tomar partido entre la multitud. Clark recibe el llamado de la aventura a los dieciocho años, cuando decide irse de Smallville y al cumplir treinta años, ya vive en Metrópolis como periodista del diario Daily Planet. Continúa siendo un excéntrico ahí, timorato y torpe en sus interacciones con los colegas, sobre todo, con Lois Lane, la mujer que ocupa su corazón. Y, bueno, después llega Lex Luthor, su archienemigo, y la aventura se complica más, etc.

Es bastante convencional, mas la narración está fundada en el idealismo renovado de un EE.UU. posterior a la Guerra de Vietnam y al régimen de Nixon, por lo que una historia romántica y nostálgica como ésta iba a tener éxito. Aquel público necesitaba restituir su fe en su país con un héroe descomunal.

La cinta está muy bien escrita. El guión, con contribuciones de Robert Benton y el novelista Mario Puzo, fluye con un desarrollo lógico e ingenioso, salpicado de chistes camp, tanto visuales como verbales, y la envergadura épica está lograda mediante prácticos compendios del origen del protagonista. Si el casting hubiese fallado, tal vez tendría una percepción diferente del guión; pero los actores tienen la oportunidad de dejar una impresión perdurable en los papeles secundarios, con momentos de humor eficiente o emotividad resonante.

Sin embargo, el desafío histriónico mayor les pertenece a los actores principales. Christopher Reeve no ha sido superado en su interpretación como el personaje del título. Físicamente, personifica la verdad, la justicia y el ideal americano, los valores por los cuales Superman lucha según, quizá, su línea más memorable. Los superhéroes de hoy son atractivos, pero no tienen cara de príncipe y sus cuerpos se asimilan a las estrellas del porno gay en lugar de una escultura antigua. En ese caso, debería destacar la elegancia con la que Reeve aborda su papel, un enfoque actoral respetuoso de la fuente literaria; viéndolo hoy, resulta algo melancólico.

Como Lois Lane, Margot Kidder interpreta a un inusual interés romántico para Reeve; no es sólo una mujer esperando ser rescatada de grandes peligros (pese a que termina siéndolo, a menudo). Su Lois es una mujer fuerte, oportunista y bastante independiente, y así es la contraparte ideal de Clark. Reeve y Kidder tienen una química innegable en cada fotograma que comparten y ver a sus personajes enamorándose es un espectáculo visceral de por sí. Que sea Lois quien le dé al hombre de Krypton el mote de Superman en un artículo y que él se decida a usar su traje de superhéroe por primera vez en el filme por salvarla a ella, nos demuestra que el amor es el verdadero motor del relato. Creemos en el amor, al igual que la Mujer Maravilla en su película el año pasado y creemos que un hombre puede volar.

Seguro, el tono y el estilo son bien oscilantes, casi antojadizos; mas no puedo culpar a Donner de haber corrido riesgos. Los chistes eran necesarios, para hacer sonreír al público durante un sueño de héroes y villanos, y para satisfacer a aquellos espectadores más escépticos. Lo que hace que esta ambivalencia no parezca tan disruptiva es el hecho de que el propio Clark asume en breves, pero certeros gestos, que su situación de encubrimiento es absurda, así que tenemos el permiso de reírnos con él y de él.

Otro riesgo es la canción <<Can You Read My Mind?>>, la cual, en realidad, es un poema con música de fondo, recitado por Lois mientras vuela con Superman. Si cualquier otro director hace esto hoy, significaría un problema para audiencias habituadas al cinismo y la intertextualidad. Pero cuando Superman se estrenó, era la primera de su tipo, y Donner podía permitirse ciertas extravagancias que fueron novedosas y en las que, por cierto, yace el encanto del filme.

Gene Hackman y Ned Beatty, como Lex Luthor y Otis, respectivamente, también generan su propia química malévola como la mente maestra del mal y su obtuso esbirro. Juntos crean algunas de las escenas más hilarantes.

El diseño de producción de John Barry es llamativo y complejo. Barry fue diestro en crear hábitats específicos para cada personaje, obedeciendo los códigos de un cómic, las exigencias de un largometraje con efectos especiales, y los arquetipos de un cuento mitológico. Consideremos que el villano Luthor vive en un inframundo de habitaciones surrealistas e intenciones mortíferas, mientras que Lois vive en el último piso de un edificio, tiene una terraza y todo en su hogar está ordenado y es de buen gusto. De este modo, la fotografía de Geoffrey Unsworth es rica en detalles, y el montaje de Stuart Baird siempre nos provee información, además de ayudar en cada corte a que los efectos especiales adquieran verosimilitud.

La partitura de John Williams es gloriosa, uno de sus trabajos más arrobadores de la década junto a Tiburón (1975), La guerra de las galaxias y Encuentros cercanos del tercer tipo (ambas 1977); y sigue siendo la música con la que más asociamos a Superman. La música, el romance, el humor y el Viaje, pasarían a ser las metas más urgentes en el manual del cine de superhéroes, junto con la estructura mayor de una franquicia para cada uno. Para emular el proceso de las historietas, no podía haber sólo una cinta, por lo que Donner nos anuncia que habrá una Superman II <<el próximo año>>. Después de los créditos.

La gente asistió a la proyección con gorras y poleras con la S, y escucharlos vitorear al final fue increíble. Cuarenta años después, Superman es una gran película y todavía es una magnífica experiencia cinematográfica.

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