Múltiples usos y beneficios en gastronomía, alimentación y salud integral se reconocen de este producto natural desde antaño, los que se deben a su rica composición e incentivan a seguir su consumo habitual.
La biodiversidad de flora terrestre es clave para el bienestar humano, alberga ecosistemas naturales y productivos que proveen recursos alimentarios y de otro tipo que sustentan economías y medios de vida, y su mantención depende de la polinización. Un proceso a cargo de aves e insectos, pero las abejas se consideran principales polinizadoras, por eso diversos actores las definen como el ser vivo más importante del planeta.
Por eso “el alimento que las abejas producen representa en muchas culturas un gran valor medicinal, ancestral, espiritual y ecosistémico”, afirma Cristian Núñez, nutricionista de la Unidad de Salud de la Dirección de Apoyo a los Estudiantes (DAE) de la Universidad Católica de la Santísima Concepción (Ucsc).
Es que el rol polinizador no es el único esencial: muchas especies también producen un dorado, dulce e importante néctar. De hecho “la miel es uno de los alimentos que han permeado diversas culturas a través de la historia de la humanidad”, asegura la nutricionista Claudia Troncoso, investigadora de la Facultad de Medicina y de los centros de investigación en Educación y Desarrollo (Ciede) y en Biodiversidad y Ambientes Sustentables (Cibas) de la Ucsc, lo que se atribuye a su diversidad de consumos.
Porque este jarabe que producen especies de abejas melíferas del género Apis (Apis mellifera), se ha utilizado “en alimentación y en la medicina debido a sus propiedades nutricionales y terapéuticas”, resaltan las nutricionistas Fernanda Carrasco y Pilar Benítez, directora médica e integrante del Centro de Vida Saludable de la Universidad de Concepción (UdeC), respectivamente.
Para promover los diversos usos y beneficios de la miel de abejas para la salud, junto al rol de quienes se dedican a la apicultura y producción de un “súper alimento” e incentivar su consumo, cada 6 de agosto y desde 2009 se celebra el Día Nacional de la Miel.
Las estadísticas ubican a Chile en cuarto lugar entre los países productores de miel en Latinoamérica, y la Federación Red Apícola Nacional estableció que el consumo anual per cápita aumentó desde 98 gramos en 2004 a 700 gramos en 2021. Y hay que seguir fomentando su inclusión adecuada como un hábito de vida saludable para que cada vez sean más personas que se vean favorecidas por sus bondades.
En ese sentido un estudio realizado en la Región del Biobío en 2022 “señala que el sabor, aporte nutricional y el color del alimento es base para su consumo”, cuenta Claudia Troncoso.
“El 76% del grupo familiar de participantes en la investigación, presentan el hábito de consumo de este alimento, valorando de manera especial los beneficios que presenta su ingesta”, profundiza.
Como producto la miel se caracteriza por ser un líquido dorado, espeso, dulce, al ingerir proporciona energía inmediata. Además no caduca y se considera accesible.
Por eso una utilización básica y ancestral ha sido para endulzar infusiones y preparaciones. Pero los efectos positivos que se han atribuido a su ingesta son mucho más.
“Dentro de sus beneficios se han reportado sobre la salud cardiovascular en sujetos sanos, diabéticos e hiperlipidémicos; sobre la tolerancia a la glucosa en sujetos sanos y diabéticos; sobre la mucositis en pacientes con cáncer; sobre las infecciones de las vías respiratorias superiores en niños; y sobre la cicatrización de heridas”, detalla el equipo del Centro de Vida Saludable UdeC.
Las propiedades también han fomentado un uso cosmético, asociándose impactos en mejorar salud y apariencia de la piel o cabello.
Y es la rica composición nutricional y de bioactivos de la miel de abeja la que permite estos variados usos y beneficios.
Los azúcares en forma de glucosa y fructosa son su principal componente, de 75% a 80% del total, explica Cristian Núñez. Y resalta que eso le da gran poder de dulzor, mayor que el del azúcar blanca granulada, con menos aporte de calorías y gran valor nutricional.
Porque expone que también contiene “ácidos orgánicos (cítrico, láctico, fosfórico), vitaminas (C, B1, B2, B3, B5), ácido fólico, minerales (fósforo, calcio, magnesio, silicio, hierro, manganeso, yodo, zinc, oro y plata), aminoácidos esenciales, esteroles, fosfolípidos, antioxidantes como flavonoides y polifenoles, enzimas y otros fitoquímicos presentes en las plantas originales”.
La miel es resultado del proceso de recolección de polen y néctar de las flores como también de secreciones de algunas plantas por parte de las abejas, siendo un alimento que almacenan en sus colmenas hasta que pierde más de 40% de humedad. Por lo que cantidades de componentes y cualidades se transfieren desde las plantas originales a la miel como producto final, explica el nutricionista Cristian Núñez.
Es así que la composición exacta y características como color, sabor y textura, y potencialmente ciertos efectos, pueden tener variaciones según variables como fuente floral o la abeja productora.
Así se distinguen distintos tipos de miel de abeja y como clasificación general se habla de monofloral y multifloral. “La miel monofloral es aquella producida por las abejas que extraen el néctar y polen de un bosque donde existe predominancia de una determinada especie de flor, por ejemplo miel de ulmo, de avellano, de cerezo, etcétera. La miel multifloral es producida por abejas que extraen el polen y néctar de una gran variedad de flores, no existiendo una predominancia definida respecto a una cierta especie de flor”, expone.
Al respecto es relevante aclarar que existen otros tipos de miel que no son producto de las abejas, sino que se extraen de la savia de los árboles como la palma o maple, pero enfatiza que se consideran más bien jarabes por su elevado contenido en azúcares simples.
Así que el consumo de miel de abeja es el que se recomienda incorporar dentro de los hábitos, pero tomando una serie de simples, pero importantes consideraciones que permitirán maximizar su diversidad de beneficios. Y es que lo positivo es muy superior a lo negativo, pero sí existen potenciales riesgos que no se deben obviar.
Como aspecto básico a saber está que la miel es un alimento seguro, pero primordialmente desde el segundo año de vida. De hecho, la académica Claudia Troncoso precisa que las Guías Alimentarias para Niños, Niñas y Adolescentes vigentes en Chile recomiendan evitar su uso a partir de los 12 a los 24 meses de vida.
“Luego de esta edad su uso debe ser reducido. En la práctica no se debe contraindicar su consumo, sólo regular en personas con algunas enfermedades crónicas como diabetes mellitus u obesidad”, afirma.
La principal razón es el contenido de carbohidratos de absorción rápida, sus azúcares, por lo que ser un alimento natural no es sinónimo de libre consumo, menos para quienes condiciones patológicas/metabólicas de riesgo. “La fructosa incrementa el nivel de glicemia, por lo que personas con prediabetes o diabetes deben regular su consumo”, apunta la especialista.
Además, la miel puede contener organismos patógenos como la bacteria Clostridium botulinum o sus toxinas. Las nutricionistas Fernanda Carrasco y Pilar Benítez de la UdeC cuentan que ésta causa el botulismo infantil, que afecta menores de 1 año y puede ser mortal.
Por lo mismo también se desaconseja su consumo para personas inmunodeprimidas y quienes presenten alergia a la miel o alguno de sus componentes (tampoco deben consumir preparaciones que la contengan como ingrediente porque se puede gatillar reacciones alérgicas).
Así que la miel es un excelente complemento de la alimentación como parte de los estilos de vida saludable como “súper alimento”, pero siempre integrándose de manera consciente para que sea adecuada y sana.
Por ejemplo, se puede consumir como sustito de la azúcar refinada y en menor cantidad, porque es más dulce, pero el resguardo e ideal es que sea cruda para no perder las cualidades que van más allá del dulzor.
“El calentamiento excesivo puede destruir enzimas, antioxidantes y otros compuestos bioactivos de la miel, reduciendo sus beneficios nutricionales y terapéuticos”, advierten las nutricionistas del Centro de Vida Saludable.
Así que para tratar dolencias como a la garganta es mejor ingerir directamente una cucharadita de miel o junto a infusiones frías, pero no calientes como suele suceder.
Por eso también es relevante cuidar las condiciones de almacenamiento que debe ser en envase bien cerrado para evitar que se cristalice o contamine, y dentro de un lugar fresco y seco. “La miel de abeja debe conservarse idealmente entre 10°C y 20°C, resguardada de la luz solar, en un ambiente seco y evitando el contacto con el oxígeno”, resalta Cristian Núñez.
“La porción recomendada de miel equivale a una cucharadita de té (6 a 10 gramos), cantidad suficiente para tratar afecciones de la garganta o simplemente endulzar una infusión. La miel utilizada para elaborar parches de miel y tratar heridas debe tratarse de una con propiedades específicas y esterilizada (miel de ulmo esterilizada)”, aclara.
Por último llama a “tener en cuenta la calidad: hay que evitar la miel adulterada o procesada con aditivos, revisar las etiquetas y elegir miel pura (oscuras) siempre que sea posible”.