Athyonidium chilensis es la especie más abundante en nuestros mares, y en sus vísceras concentra la sustancia.
A lo largo del océano en Chile habitan en gran cantidad los pepinos de mar. No son vegetales como los consumidos en preparaciones como ensaladas, son animales invertebrados de símil alargada forma, apetecidos como alimento en sitios lejanos.
Athyonidium chilensis es la especie más abundante y grande en nuestros mares y desde los noventa se extrae para exportar a mercados asiáticos para consumo humano por su valor nutricional y propiedades terapéuticas de sus componentes, donde destacan las esenciales proteínas y unas bioactivas saponinas.
Y a los beneficios conocidos, un nuevo estudio local abre el camino para explorar el potencial contra una letal patología y fortalecer su valor como biorecurso y alimento para Chile: las saponinas de Athyonidium chilensis muestran actividad antitumoral en cáncer colorrectal, uno de los más mortales en Chile y el mundo, relevó el doctor Francisco Silva, quien llegó al hallazgo en la investigación que realizó en su tesis para graduarse del Doctorado en Ciencias con mención Biodiversidad y Biorecursos de la Universidad Católica de la Santísima Concepción (Ucsc).
Las saponinas son compuestos químicos que los pepinos de mar sintetizan para defenderse de depredadores o patógenos. Esta toxicidad ha generado que investigadores evalúen el efecto en distintas líneas tumorales.
Y el cáncer colorrectal tiene una alta mortalidad, muy asociada a la eficiencia limitada de tratamientos actuales por la variabilidad individual en la respuesta y la resistencia que las células tumorales desarrollan a la quimioterapia, generando la necesidad de buscar nuevas y mejores alternativas terapéuticas.
Atendiendo este contexto y potencial, Silva decidió estudiar las saponinas de la especie chilena contra el cáncer colorrectal, caracterizando la composición y la actividad antitumoral de distintos órganos y poblaciones, con resultados sorprendentes y alentadores.
El inicio fue un estudio con ejemplares de Lenga que determinó el contenido en diferentes órganos y su bioactividad, que se publicó en la revista Journal of Food Composition and Analysis.
Luego el desafío científico fue conocer si había variación en cantidad y actividad de saponinas de poblaciones de distintas localidades de norte a sur, con diversas condiciones ambientales que pueden influir fuertemente en aspectos fisiológicos. Para ello se estudiaron ejemplares de Arica, Coquimbo, Valparaíso, Lenga, Valdivia y Chiloé.
Al respecto, el investigador sostuvo que “la cantidad de saponinas varía entre órganos y localidades”. En vísceras y pared corporal se concentran más, y los pepinos de mar de Chiloé poseen mayor cantidad.
“También identificamos dos nuevas saponinas presentes en los distintos órganos de esta especie. Estas saponinas presentaron actividad anticancerígena. Y se requirió una baja concentración de saponinas para lograr el 100% de las células tumorales”, afirmó.
El estudio valoriza en interés farmacológico un residuo que termina desperdiciando en la basura un potencial que apenas se explora. El doctor Silva aclaró que la pared corporal de esta especie se extrae y comercializa a mercados internacionales, mientras las vísceras son descartadas y también donde se concentran las saponinas con su actividad anticancerígena.
Los resultados instan a seguir explorando.
Francisco Silva relevó que “la meta futura es realizar ensayos in vivo en ratones para evaluar la actividad anticancerígena de las saponinas identificadas, y además evaluar cómo una dieta basada en la especie estudiada puede reducir el desarrollo de cáncer colorrectal, para generar evidencia científica que respalde los potenciales beneficios asociados a su consumo”.
También planteó el interés de conocer si hay el mismo potencial anticancerígeno en otros tumores, entre otras ideas.
Para continuar esta línea de investigación e ir respondiendo las diversas interrogantes que permitan profundizar y consolidar las evidencias, proyecta postular en el corto plazo a fondos como Fondecyt Postdoctorado.
El investigador Francisco Silva reconoció a su investigación como sustento al enorme y desaprovechado valor del pepino de mar como recurso y alimento en Chile, como también de la necesidad de establecer planes de gestión sostenible, consumo responsable y conservación.
“En Chile son poco conocidos por la población y me atrevería a decir que se desconoce que es un alimento funcional. El valor que tiene es sólo económico, ya que es fuente de ingreso para pescadores artesanales y recolectores de orilla, y se exporta a países asiáticos. No se comercializa ni para consumo humano ni para extraer metabolitos de importancia farmacológica”, expuso.
Aunque en Asia se consume porque se reconocen sus beneficios. Sobre ello destacó “su valor nutricional alto en proteínas, bajo en azúcares y grasas, y propiedades terapéuticas como antiinflamatorias y antimicrobianas, que ayudan a prevenir o tratar diversas enfermedades”.
En este sentido consideró a su estudio, junto a las evidencias que ya existían, como alicientes para incentivar la valoración y consumo en la población chilena del pepino de mar, como lo hacen al otro lado del mundo, y también diversificar y ampliar el procesamiento y comercialización del recurso.
Sobre ello, relevó que se deben cambiar la forma en que se cuantifica y aprovecha el valor del recurso, porque en esta especie lo dan su tamaño y apariencia fácilmente visibles, cuando son las vísceras que se descartan la mejor fuente de las saponinas que son de interés farmacológico.
Y también es una especie que se debe cuidar, porque es tan relevante a nivel ecológico como susceptible a la sobreexplotación.
El investigador relevó que tiene rol clave en los ecosistemas marinos, por ejemplo en el reciclaje de materia orgánica; también un lento crecimiento, demorando años en alcanzar tamaños de 25 a 30 centímetros, y bajas tasas de sobrevivencia, aunque no impide su extracción.
De hecho, advirtió que no posee medidas de administración pesquera, aunque enfatizó que deben establecerse para regular especialmente la talla mínima y vedas de extracción. De esta forma se puede resguardar que se cumpla el ciclo de desarrollo, reproducción y sobrevivencia del pepino de mar chileno, al tiempo que se aprovecha su potencial como alimento funcional y aplicaciones farmacológicas desde Chile al mundo.