Ciencia y Sociedad

Bosques azules del Biobío son laboratorio para estudiar efectos del cambio climático

La existencia de zonas marinas con condiciones ambientales muy disímiles y los eventos de surgencia costera que producen un escenario similar al que se proyecta en 2050 por la acidificación del océano permiten evaluar y predecir impactos.

Por: Natalia Quiero 26 de Agosto 2022
Fotografía: Cedida

Chile es un laboratorio natural para estudiar los impactos del calentamiento global y cambio climático: diversidad en geografía, clima y ecosistemas a lo largo y ancho del territorio y de su vasto maritorio permiten indagar en variadas aristas y proyectar efectos del cambio global sobre la naturaleza.

En la biodiversidad oceánica están las grandes extensiones de praderas o bosques submarinos o azules, formados por ciertas algas gigantes o macroalgas pardas como Macrocystis pyrifera, conocida como huiro, y en la Región del Biobío hay características particulares para estudiar y generar potentes nuevas evidencias. Por eso en esta zona y esa especie ha enfocado la investigación de su proyecto Fondecyt la doctora en Biología Pamela Fernández, investigadora del Centro I-mar, del Centro de Biotecnología y Bioingeniería (Cebib) y del Núcleo Milenio MASH (Agronomía Marina de Algas) e integrante del Programa Ciencia de Frontera de la Academia Chilena de Ciencias.

Comprender la resiliencia

Los objetivos son comprender aspectos de la plasticidad y adaptación del alga, y cómo las condiciones ambientales locales modulan la resiliencia ante futuros cambios en los ambientes por el calentamiento y cambio climático, en los que menciona aumento de temperatura y acidificación del océano, condición de bajo pH y alta concentración de dióxido de carbono (CO2).

Mirar la zona costera local radica en que hay poblaciones de huiro expuestas a distintas condiciones ambientales, en lo que la doctora Fernández destaca la existencia de zonas de surgencia como en la localidad de Punta Lavapiés del golfo de Arauco y otras sin surgencia como Punta de Parra en la bahía de Concepción. “En las zonas de surgencia podemos encontrar condiciones de pH y CO2 similares a las proyectadas para 2050. Ello permite investigar si poblaciones que se encuentren naturalmente expuestas a estas condiciones podrían ser más tolerantes a la acidificación del océano que otras poblaciones”, resalta.

Sobre la surgencia que se da en el golfo de Arauco, especialmente en época estival, la científica explica que emergen aguas profundas más frías, ricas en nutrientes y CO2, y bajo pH. Así, el horizonte es determinar si poblaciones de huiro expuestas regularmente a estos eventos y variaciones ambientales pueden responder mejor a las nuevas condiciones ambientales que el cambio global suponga versus las expuestas a menor variabilidad.

Resultados preliminares

Si bien faltan pruebas y procesar datos para llegar a resultados concluyentes, se está en fase de análisis de laboratorio de las respuestas fisiológicas de poblaciones de huiro expuestas y no a surgencia frente a distintas temperaturas, encontrándose gran variabilidad en estas respuestas a cambios de temperatura.

La hipótesis que plantea Pamela Fernández es que se asocia a la gran variabilidad registrada a lo largo del año en pH, temperatura y disponibilidad de nutrientes en Punta Lavapiés y Punta de Parra, sobre lo que afirma que “al estar ambas poblaciones expuestas a alta variabilidad ambiental ninguna se ha visto negativamente impactada por altas temperaturas o bajo pH”. “Pese que en la zona de Lavapiés estas poblaciones están continuamente expuestas a eventos de surgencia, hemos encontrado que poblaciones de Punta Parra están continuamente expuestas a gran variabilidad ambiental, probablemente, asociada a eventos distintos a la surgencia como descarga de agua dulce provenientes de ríos que también puede presentar bajo pH y altas concentraciones de CO2”, precisa.

Estudiar y conservar

La razón de investigar y saber más de cara al futuro está en que “los bosques de Macrocystis pyrifera tienen gran importancia ecológica en ambientes marinos: proveen hábitat, alimento y refugio para cientos de otras especies de invertebrados y peces”, releva Fernández. Además, las praderas submarinas se relacionan con 40% de la absorción del CO2 de la atmósfera, producen oxígeno y son barreras naturales que mitigan el impacto de las olas. Por tanto, son vitales para promover la vida en el océano y planeta, con servicios ecosistémicos clave para el bienestar humano como proveer alimento o aire.

Se hace evidente la importancia de conservar los bosques azules, para lo que trascendental es conocerlos para saber dónde, cuándo y cómo protegerles, sobre todo si en Chile en general y el Biobío en particular estarían en una situación natural más favorable para su mantención con sus vitales funciones en escenarios de cambio versus otras latitudes. La realidad es que estos ecosistemas son muy vulnerables al cambio climático y olas de calor de últimos años se han asociado a su drástica reducción en países como Nueva Zelanda o Australia. Además, las macroalgas pardas son explotadas para extraer alginato, de amplio uso en distintas industrias y alto valor comercial.

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