Opinión

De las puertas del cielo hasta el infierno

Una actitud científica ―alimentada por la curiosidad, que cuestione la información que recibimos y que nos mantenga atentos al efecto de nuestras preferencias personales― puede ser un buen antídoto.

Por: Diario Concepción 14 de Enero 2021
Fotografía: Roger Leiton

Dr. Roger Leiton Thompson
Centro para la Instrumentación Astronómica (CePIA)
Departamento de Astronomía, Universidad de Concepción

La monotonía del cielo interrumpida por la aparición de un cometa ―supuestos augures de catástrofes y presagios divinos― siempre fue motivo de asombro, temor y de la reverencia de nuestros antepasados. Somos de las pocas generaciones de humanos que saben qué son realmente los cometas: peñascos kilométricos que duermen en las afueras del Sistema Solar, una mezcla de gases congelados y polvo cósmico que se expelen a medida que el cometa se acerca al Sol.

En 1995 los astrónomos Alan Hale y Thomas Bopp, uno profesional y el otro aficionado, descubrieron uno de los cometas más vistosos del siglo 20. Y no sólo llamó la atención de los científicos. El norteamericano Art Bell era el conductor de un programa pseudocientífico de radio y se le ocurrió declarar que el cometa chocaría con la Tierra. Cuando fue desmentido, Bell subió la apuesta pseudocientífica, y basándose en un “análisis” evacuado por tres videntes psíquicos sobre una fotografía del cometa tomada por otro aficionado, el comunicador anunció que una nave espacial “sólida, lisa y redonda” y “4 veces más grande que la Tierra” lo acompañaba. A pesar de que Alan Hale analizó la imagen descubriendo que la nave no era más que una estrella brillante cualquiera algo distorsionada por la óptica del telescopio utilizado, ya no había vuelta atrás: el motor de la mentira y el rumor ya estaba en marcha.

Aunque no había ninguna nave extraterrestre en la estela del cometa Hale-Bopp, en 1997 los 38 miembros de la secta religiosa Heaven’s Gate (Puerta del Cielo) reunidos en California se suicidaron en masa, convencidos de que la supuesta nave era su última oportunidad para salir de la Tierra antes del Armagedón y que los llevaría al cielo conducidos por antiguos viajeros estelares que pasarían a buscarlos. Aquella noticia falsa y una desafortunada combinación de actos empujó a este grupo de personas a tomar una decisión irreversible. Las noticias falsas siempre han existido y pueden ser difíciles de resistir, desde un rumor inocente, estafas, delirios religiosos hasta las que tumban gobiernos, cambian elecciones y torpedean democracias, interfieren en la vida política y social, crean confusión, desconfianza en las instituciones y polarizan al público. Las sociedades libres, sin censura, son vulnerables.

Nuestras emociones y visión del mundo afectan la manera en que codificamos y evocamos nuestros recuerdos. En general, la memoria funciona para mantener una narrativa consistente de cómo creemos que son las cosas, más que para llevar un registro preciso de los hechos. Así, nuestra tendencia natural es la de buscar fuentes de información que refuercen lo que pensamos y evitar aquellas que nos contradigan. Las noticias falsas usan esta debilidad. Una actitud científica ―alimentada por la curiosidad, que cuestione la información que recibimos y que nos mantenga atentos al efecto de nuestras preferencias personales― puede ser un buen antídoto. La Ciencia es más que un montón de conocimiento y datos. Es un método para analizar el mundo, el más efectivo. Ojalá tengamos el coraje de usarlo.

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