Opinión

Arquitectura y pandemia

Por: Ángel Rogel 22 de Junio 2020
Fotografía: Rodrigo García Alvarado

Rodrigo García Alvarado
Director del Departamento de Diseño
y Teoría de la Arquitectura de la Facultad de Arquitectura, Construcción y Diseño de la UBB

La emergencia sanitaria que enfrentamos está afectando la arquitectura y la ciudad en varios aspectos, en algunos, probablemente, permanentes. No sólo por la duración y gravedad de la pandemia, sino por su combinación con tendencias sociales que estaban emergiendo en todo el mundo. Ciertamente, las precauciones sanitarias y la atención médica son prioritarias en esta emergencia, pero también otras medidas y actitudes expresan relevantes cambios en los edificios y las áreas urbanas.

En la pandemia se han vuelto críticas las capacidades hospitalarias y algunas infraestructuras esenciales, pero también se ha sobrecargado otro lugar que parece ser el mejor mecanismo de prevención de contagios: nuestra casa. La vivienda se ha convertido para muchos en un espacio de trabajo, educación, entretenimiento y salubridad, con los riesgos y dificultades que también eso conlleva. La convivencia doméstica ha sido puesta a prueba y las rutinas se han intensificado y perturbado, eliminando gran parte de la socialización con otros.

La demanda futura de las viviendas deberá considerar más variedad de ocupación, quizás con más recintos y tamaños mayores, pero también calidad y flexibilidad. Ahora somos más conscientes de un mejor asoleamiento, separaciones internas, mobiliarios adaptables, conectividad digital, vistas exteriores, una cocina amplia y calefacción adecuada. Posiblemente, tampoco se requieran ubicaciones tan céntricas, porque estaremos más acostumbrados a quedarnos en casa y no perder tanto tiempo en transporte.

Los restaurantes, edificios públicos, gimnasios, centros comerciales, escuelas y oficinas volverán a utilizarse, pero con medidas sanitarias, menos personas o turnos de ocupación, lo que conlleva un menor requerimiento de estos establecimientos, que deberán ser más amplios, más distanciados y, por ende, más caros y escasos, o poco asiduos. Asimismo, se reacomodarán las tipologías constructivas y la estructura de las ciudades, como las calles y áreas verdes con más espacio peatonal y menos circulación vehicular, o al menos con un uso más ocasional.

La intensidad doméstica tiene también una connotación vecinal, en el pequeño comercio local, los recintos comunitarios y redes de información. El fortalecimiento territorial produce una distancia con las grandes instituciones, corporaciones y actividades globales, que proliferan y aumentan en la interacción digital, pero cada vez más lejanas. Así los monumentos arquitectónicos que glorifican a las grandes entidades van diluyendo su sentido urbano y las infraestructuras se focalizan en la conectividad y transporte de bienes.

La experiencia espacial, que sustenta el bienestar arquitectónico, se redescubre en la vivencia doméstica y vecinal, con lugares más singulares y cómodos, más integrados a la naturaleza y la comunidad, buscando la belleza de los rincones y las relaciones, en vez de las construcciones grandilocuentes y atestadas. Esperamos vaya, entonces, hacia una arquitectura más cercana y plácida.

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