Opinión

De consumidores a ciudadanos

Todo parece indicar que el sistema político no dispone de antenas capaces de “ver y escuchar”. Se ha convertido en un sistema de autoreferencia complaciente.

Por: Diario Concepción 24 de Enero 2020
Fotografía: Carolina Echagüe M.

Augusto Parra Ahumada
Presidente de la Fundación República en Marcha

La encuesta CEP conocida la semana recién pasada deja en evidencia un deterioro en la confianza en las instituciones que deviene en deterioro del tejido social. Acompañadas de niveles de desconfianza interpersonal de 87%, según indicadores de la Ocde del año 2017, que nos sitúan como el país con mayor desconfianza interpersonal de entre los 36 países que integran dicho organismo.

Para Gandhi, “La vulnerabilidad engendra el miedo y el miedo engendra la desconfianza”. El miedo al otro, a la exclusión, al abuso y al sinsentido. Motivaciones poderosas de la acción humana y en particular, de la actividad política. Nos dice que “el miedo al otro” surge por considerarlo como potencial agresor, se le identifica con los delincuentes omnipresentes y omnipotentes, síntesis metafórica de una serie de agresiones difíciles de asir. El miedo al delincuente cristaliza un miedo generalizado a cualquier otro. El miedo al otro es tanto más fuerte cuanto más frágil es el “nosotros”.

Para Lechner es claro que una sociedad “que no se interroga acerca de sí misma, que no conversa del sentido que pueda tener la convivencia actual y futura, sustrae a la política su razón de ser renuncia a la política como el esfuerzo colectivo de construir una comunidad de ciudadanos y se contenta con la gestión de los negocios de cada día”.

La “erosión de los mapas mentales”. Frente a los cambios acelerados ocurridos en las últimas décadas del siglo XX y comienzos del XXI, factualmente, deja las sociedades se encuentren sin instrumentos orientadores para el nuevo paisaje. Los mapas mentales (representaciones simbólicas de la realidad mediante las cuales estructuramos la trama del espaciotiempo) están desfigurados, ya no resultan familiares, están obsoletos. No sólo hay crisis en los mapas ideológicos, también los mapas cognitivos están erosionados. Pues no manejamos y menos aún nuestras deterioradas instituciones políticas, los códigos adecuados para dar cuenta de la nueva complejidad.

En virtud de ello, se requieren nuevos mapas, para nuevos paradigmas los que podemos situar en el despertar de una nueva república, construida sobre la fraternidad y el amor, para combatir al miedo. Que permita apostar por la virtud cívica, por la inclusión a partir del trato digno y equivalente, por la contención de los abusos y por la conducción adecuada del Poder y la democracia, para asegurar la libertad. Como camino de reencuentro en la ética de la cooperación para el progreso a partir de un Chile rico, diverso y de enorme capital social adormecido.

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