Opinión

De números y empatía

Por: Diario Concepción 06 de Junio 2018
Fotografía: Carolina Echagüe M.

Andrés Cruz Carrasco
Abogado, magíster Filosofía Moral

Cuando el ser humano se transforma en un número, la empatía va cediendo espacio al mero resultado estadístico. No importa ya el sufrimiento del otro. El objetivo es mostrarle a alguien un éxito completamente vacío de humanidad. El dolor de los demás no se toma en consideración. Ponerse en el lugar del que padece, de la víctima, no es lo que interesa. El sistema deviene en una enorme máquina burocrática al que se le extirpa de toda capacidad de asombro y conmiseración. El padecimiento humano se cosifica y se hace un estorbo. A ese dolor se le da el tratamiento de un producto al que se le puede sacar provecho, transformando las carencias y requerimientos del ser humano en las más siniestras cadenas de producción. La lógica de la rentabilidad lo invade todo. La solución efectiva del problema del otro no es más que un detalle. Es la cantidad lo trascendente y al menor costo, ocultándose la verdad detrás de la verborrea del oferente o del empleado entrenado para poner la cara, porque los que se ufanan de sus números y del uso del sufrimiento ajeno en su propio beneficio nunca están en primera línea. Apenas conocen (si es que) la trinchera donde suceden las cosas. El sitio en el que se presta el servicio le es totalmente ajeno.

Cuando el ser humano deviene en una cifra, y las cadenas de producción se tienen como el único medio para enfrentar sus necesidades sociales, de seguridad, de salud, etc., ya no se percibe un sujeto como requirente válido. Se hace del individuo un objeto al que se puede instrumentalizar y aprovechar para hacer carrera. Ya no importan sus gritos. Ese llanto de angustia se torna una molestia y sólo se mira como una oportunidad para hacer negocio. Como botín a repartirse entre pocos, abrazando a quien lo necesita sólo cuando es indispensable una fotografía o se están frente de una cámara para “kakarear” los logros, que no tienen ningún fondo. La meta es sólo exhibirse para dar a entender que el producto desarrollado ha sido el mejor, aún cuando jamás el propio gestor lo use y sólo lo mire desde arriba.

Cuando se hace de la agonía ajena una empresa que se mide conforme a la rentabilidad, todo sistema de deshumaniza. Nos conformamos con los avances posibles y no los que son necesarios. Se galardona al descarado que saca más provecho institucional de la desesperación del desamparado o del ofendido. A este sujeto se le pueden llegar a rendir pleitesías o intentar emularlo por levantar un aparato sofisticado, pero completamente inútil, que puede sacarle una sonrisa de satisfacción a algún superior, pero que en nada sirven para limpiarle las lágrimas siquiera a quien requiere de socorro o justicia.

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