Opinión

Andar con la cabeza revuelta

Por: Procopio 18 de Noviembre 2017

Muy posiblemente, no era el primer caso de gente con comportamiento bizarro, pero éste tocó el techo;  se trata de Carmen Marín, la famosa y nunca bien ponderada “endemoniada de Santiago”, una ciudadana que no las tenía todas consigo  a finales del siglo 19.

Carmen se convulsionaba, insultando en latín, francés y alemán, la amarran a la cama y sólo se tranquiliza cuando le leen pasajes de la biblia de San Juan. Los primeros llamados a consulta fueron los sacerdotes y estos a algunos de los suyos, pero con más años y experiencia en estos asuntos de lidiar con posesas por el maligno, ya que difícilmente se podía tratar de alguna otra cosa.

Por su parte, algunos médicos, poco dados a creer en las artimañas de Satanás, por prestigioso que fuera ese tenebroso personaje por esos años, trataron de construir la historia clínica entera, la de Carmen,  una niña huérfana, abandonada y recogida en un asilo, de donde sale para ejercer la profesión más antigua del mundo en Valparaíso, relacionándose con marinos franceses y alemanes, de ahí sus palabrotas en varios idiomas,  Aprende latín en un convento donde es acogida al arrepentirse.

Allí aparece el Dr. Armando Roa, un psiquiatra que concluye que se trata de un trastorno mental, que no hay posesión diabólica alguna. El caso inaugura la psiquiatría en Chile, al proporcionar la primera explicación sicoanalítica que centra el desquiciamiento en factores psicosociales y no en los propios de demonología o de lo sobrenatural.

Más que nunca está siendo falta un diagnóstico diferencial ente poseídos y dementes, aunque las posesiones no sean demoníacas, sino que otras igualmente efectivas y causantes de estropicios mayores que los provocados por la pobre Camencha.

 

                  PROCOPIO

 

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