Editorial

La invasión de los humedales urbanos

Por: Editorial Diario Concepción 11 de Julio 2018
Fotografía: Archivo | Diario Concepción.

No estaban los verdaderos destinatarios del mensaje emitido por la académica de Geografía de la Universidad de Concepción, Carolina Rojas, hace no demasiado, a los parlamentarios de la Comisión de Medio Ambiente del Senado, cuando estuvo allí para exponer la importancia de regular los humedales urbanos en Chile.

Su descripción del estado de la situación local no pudo ser más cercana y elocuente, al describir la progresiva destrucción de los estanques naturales donde convive una insospechada variedad de seres vivos; anfibios, peces, reptiles y aves que son parte del hábitat de estos humedales, más el entorno de ellos en la Región. Exhibiendo fotografías tomadas en los últimos años, la académica procedió a demostrar cómo, históricamente, se ha venido invadiendo esos espacios, con dos ejemplos dramáticamente notables; el sector Rocuant y los Batros, particularmente este último, que ha sufrido una reducción de 23% desde 1976 a 2015 por el avance de proyectos inmobiliarios.

Un humedal es un terreno que sirve de transición entre el agua y la tierra, por ello, se ubica de preferencia en zonas costeras. Con el crecimiento de las ciudades, muchos de estos humedales quedaron atrapados e intervenidos y lo que queda de ellos sufre presiones inmobiliarias y contaminación, entre otros factores, que los están haciendo desaparecer. Construir sobre humedales es perder infraestructura verde, los espacios para la recreación y el bienestar, además de sacrificar servicios ecosistémicos de alto impacto, como la mitigación de inundaciones, reduciendo la capacidad de adaptación y sustentabilidad.

Sería sólo otro capítulo de los precios a pagar del progreso, pero el problema surge cuando se sabe que el precio es imposible de cubrir por ser demasiado alto. Los humedales urbanos cumplen funciones relevantes para las personas, además de la protección ante inundaciones, regulan la temperatura, son fuente de agua para beber en casos de emergencia, actúan limpiando el aire, ofreciendo un espacio recreativo para la ciudad. Incluso se les describe como amortiguadores en caso de tsunamis. Sin embargo, no existe una legislación que los proteja.

Es entonces materia de ley y responsabilidad directa de quienes están encargados de proponerlas; nuestros legisladores, en este caso, parlamentarios de la Región del Bío Bío, independientemente de sus ideologías, porque se trata de la herencia en naturaleza para nuestros hijos y generaciones posteriores, una forma de legado que no es posible omitir o ignorar, inhibiéndose en impedir el estrangulamiento de estos sectores por complejos habitacionales o por el control inadecuado de contaminantes y vertederos de residuos.

Los municipios y las agrupaciones sociales de la ciudad son los mejores agentes para visibilizar esta situación y ponerla en la carpeta de los legisladores, recordar que en Chile hay un Ministerio del Medio Ambiente, que en este particular problema no está teniendo el nivel de impacto que se requiere. En febrero pasado, como cada año, se conmemoró, con muchas actividades el Día Mundial de los Humedales, en la fecha en que se adoptó la Convención Internacional sobre el particular, en 1971. El lema de la celebración fue “Humedales para un futuro urbano sostenible”, cuyo significado no requiere de interpretación. Es evidente que hay tareas por hacer, de lo contrario en pocos años habrá poco que conmemorar.

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