Editorial

La necesaria prioridad de la educación parvularia

Por: Editorial Diario Concepción 01 de Febrero 2018
Fotografía: Imagen de Referencia | Agencia UNO

Fue y seguirá siendo uno de los puntos de más persistente debate a lo largo de las prolongadas discusiones y negociaciones para sacar adelante la reforma educacional; la educación mal llamada preescolar, un término que  ha quedado del pasado, bajo el convencimiento que los principales aprendizajes en nuestra especie se producían en edad más avanzadas de la infancia, el llamado por lo mismo,  período escolar.

Hace mucho tiempo que la ciencia ha probado que el niño empieza aprender apenas se establecen las  primeras conexiones neurales, es decir en el período fetal, época en la cual el cerebro empieza a almacenar experiencias sensorias y eventuales imágenes individuales dependiendo de circunstancias ambientales durante la gestación.

Si se pierde esa oportunidad, hay aprendizajes que al ser más tardíos no tienen la calidad de aquellos que,  adquiridos tempranamente,  tienen la posibilidad de implementarse y perfeccionarse en fases sorprendentemente adelantadas respecto al paradigma imperante, en los juegos infantiles, que habría que tomarse mucho más en serio, se consiguen ganancias cognitivas de la más diversa suerte, toda aplicables a futuras demandas de mayor complejidad.

Por eso es tan relevante implementar de modo robusto la educación prescolar, sistemáticamente relegada durante el extenso y a veces sordo debate por la reforma de la educación, priorizando las fases terciarias,  posiblemente por su directa relación con eventuales soportes políticos.

En un libro de reciente aparición, la Junji, con el título “53 Experiencias pedagógicas innovadoras” publica el resultado de experiencias educativas que se realizan en jardines infantiles de todo el territorio nacional.

En común tienen todas estas experiencias, el retomado del juego como la principal actividad infantil, a través del cual se da al niño la oportunidad de descubrir el mundo que le  rodea, la interacción con otros, comunicarse, expresar sus sentimientos e iniciativas. Los proyectos educativos en general tienen como propósito impulsar la indagación, la formulación de preguntas y búsqueda de respuestas, entre otras actividades conducentes a promover el interés por los libros y la lectura, el arte y la expresión creativa.

Una educadora comenta sobre su iniciativa de desarrollar el pensamiento científico mediante el juego, “la idea surgió después de una visita educativa a la playa, donde a los niños les llamó la atención el sabor del agua. Ahí se empezaron a formular muchas preguntas”. En realidad las posibilidades son infinitas para potenciar el espíritu  crítico y la investigación, la búsqueda del conocimiento y la capacidad de los niños para hacerse cargo de gran parte de su aprendizaje, competencias que con grados incrementales de magnitud son las mismas para aprender en el curso de toda la vida.

Con similares métodos se puede favorecer la autonomía, ofrecer a los párvulos experiencias pertinentes a sus necesidades y características y contribuir a los procesos de personalización y de funcionamiento en sociedad: su manera de experimentar lo cotidiano y situarse en el mundo, con sus condiciones y atributos personales, sociales y culturales.

Poner el foco en la adecuada formación de los niños menores es una obligación imperiosa y urgente, relegada por una reforma que no tomó en cuenta la mejor oportunidad para cambiar la calidad de la educación.

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