Economía y Negocios

Discapacitados con carritos bajan en un 70% sus ventas

Mientras unos han reducido sus horarios a medio día, otros han debido reubicarse e incluso han dejado de acudir al centro. Venta diaria promedio era de $10.000.

Por: Edgardo Mora 30 de Octubre 2019
Fotografía: Diario Concepción

Hay que empujar el carro entre todos y para el mismo lado. Ésta es la creencia de los pequeños comerciantes discapacitados que llevan años vendiendo legalmente en el centro de la ciudad.

Hoy a su discapacidad se le suma otra dificultad, ya que sus ventas han bajado en cerca de 70% respecto de días “normales”.

María Elizabeth Valdevenito cuyo carro se ubicaba en Barros Arana con Castellón y quien se moviliza en silla de ruedas inicia su trabajo desde las 10:00 de la mañana y debe retirase cerca de las 14:00 horas, cuando antes laboraba hasta las 18:00 horas.

“Esto es un desastre, casi no hay ventas, diría que han bajado en cerca de un 70% a 80%” señala Valdevenito y sentencia: “si no hay trabajo, no tengo cómo financiar alguno de mis medicamentos”.

Requerida respecto de qué solución le ve a la contingencia, responde que “estoy de acuerdo con el fondo de las peticiones que se están haciendo porque son años y años de desigualdad, pero eso no da derecho a perjudicar al resto de las personas que debemos trabajar, cuando hablan de los derechos humanos, quién vela por nuestros derechos humanos para poder trabajar”.

Leonel Sepúlveda quien también se desplaza en silla de ruedas, llevaba sagradamente su carro a la esquina de Caupolicán con O´Higgins, sin embargo, ha optado por dejarlo guardado y salir a vender con lo mínimo.

“Dadas las circunstancias en que está un poco complicada la cosa, prefiero no arriesgarme y saco lo justo y necesario para vender en la mano”, comenta Sepúlveda.

Consultado acerca de hasta cuándo tendrá guardado su carrito, indica que “hasta que todo se regularice, porque la cosa está mala”.

Carlos Maldonado y Margarita Hernández se instalaban con sus carritos de confites y paquetería, todos los días, en Barros Arana, entre Lincoyán y Angol. Allí interactuaban con el entorno, vendían sus productos, entregaban información a turistas y a penquistas desorientados. Y lo hacían tan bien, que muchos no se daban cuenta que Carlos es ciego de nacimiento y que Margarita tiene, a lo sumo, un 10% de la visión.

Carlos y Margarita hicieron de la calle su segunda residencia y están en esa misma vereda hace 17 años. Su rutina laboral comenzaba con vencer las 10 cuadras desde la bodega en que guardan los dos carros hasta su espacio en Barros Arana, y terminaba, al final de la tarde, con el balance de la mercadería vendida. “Antes vendíamos más, pero hoy son 10 quizás 15 mil pesos diarios y más no llegamos”, decía Carlos en una entrevista previa a esta nota. “La calle me ha dado todo, no quiero ser mal agradecido, pero está cada vez más difícil”.

Su esposa, Margarita, coincide: “no tengo nada que decir de la calle, porque he tenido lo que tengo gracias a la gente. Me mando sola y tengo mi negocio. Pero la verdad es que uno pasa harto trabajo acá”.

Carlos también comenta que “me gusta cuando la gente no me mira con lástima. Que el cieguito, que el pobrecito, esas cosas incomodan. Yo nací ciego y gracias a Dios no se ha hecho nada imposible para mí”.

El problema es que hace días que sus carritos no se han visto donde deberían estar. Personas del sector indican que no los ven desde hace como cinco días aproximadamente.

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