Economía y Negocios

Una barrera invisible limita acceso de mujeres a altos cargos

Por: Diario Concepción 20 de Febrero 2018
Fotografía: Cedida

Alina Muñoz Rojas
Académica de Ingeniería Comercial
Universidad San Sebastián

En enero de 2018 se dieron a conocer los resultados del Imad (Informe de Mujeres en Alta Dirección) realizado por el Dirección de Estudios Sociales de la Universidad Católica. En la investigación -efectuada durante al año 2016-, se entrevistó a 24 ejecutivas y ejecutivos del área de personas y se encuestó a 419 líderes de empresas.

Las organizaciones seleccionadas en el muestreo debían contar con los siguientes requisitos: dotación no menor a 50 trabajadores y/o ventas anuales de 25 mil UF promedio, esto dado a que muchos de los estudios que se conocían previamente en la materia (ELE, INE), solo se habían focalizado en empresas con presencia bursátil (bolsa de valores) y, por ende, no reflejaban de manera global lo que sucedía con el llamado techo de cristal que viven las mujeres en el mundo del trabajo.

Pero ¿qué es el techo de cristal?

La primera vez que se habló de techo de cristal fue en 1986. El Wall Street Journal publicó un artículo que describía las barreras socioculturales y de género a las que se veían expuestas las mujeres trabajadoras altamente calificadas y que a su vez les impedían alcanzar los niveles jerárquicos más altos en el mundo de los negocios, independientemente de sus logros, capacidades y méritos.

Desde entonces, varias y varios sociólogos han utilizados este concepto para describir las desigualdades de género presentes en el mundo del trabajo, y que –muchas veces- van en desmedro del desarrollo de la mujer.

El techo de cristal se cimienta sobre rasgos que son difíciles de detectar, por eso no se ve y se le denomina de cristal. Esta barrera invisible aparece cuando las mujeres se acercan a la parte superior de la jerarquía corporativa y se les bloquea la posibilidad de avanzar en su carrera profesional hacia cargos de nivel gerencial y ejecutivo, fundamentando los argumentos y la escasa capacidad para visualizar a una mujer en un alto cargo, sobre estereotipos, sesgos, prejuicios y aprendizajes culturales patriarcales. Sin ir más lejos, los encuestados del Imad, reconocen inexistencia del sesgo de género en las cualidades laborales de: honestidad, ética, perseverancia, innovación y capacidad negociadora, pero sí reconocen como cualidades netamente femeninas la empatía y la capacidad de organización, cualidades que socioculturalmente han sido definidas como femeninas.

Con ello vemos que la base sobre la que se fundamentan las brechas y con ello el techo de cristal, no se relaciona con la falta de reconocimiento de cualidades, capacidades, habilidades y méritos del ser femenino, sino más bien con identificar dichos cargos, con lo que históricamente y socioculturalmente no ha sido campo del deber ser para la mujer.

Resultados

Los resultados del Imad confirman la presencia del techo de cristal en Chile. Según los datos, solo un 8% de las gerencias generales del país está liderada por una mujer. Si se complementa esta información con datos de estudios anteriores, tenemos que esta brecha es mucho más profunda en aquellas empresas que tienen mayor presencia en la bolsa de valores, presentando una menor presencia femenina en cargos de gerencia y/o directorios (6.6%).

Aún más, solo un 11,2% de los directivos y/o ejecutivos hombres considera que discutir en torno a la importancia de incorporar un mayor número de mujeres en estos cargos es materia prioritaria para las empresas de su rubro.

La percepción respecto de la existencia del techo de cristal también es disímil entre hombres y mujeres. Las mujeres creen en un 55.7% que efectivamente tienen mayores dificultades para acceder a cargos decisionales, mientras solo un 34.7% de los hombres, lo percibe. Es importante destacar que un 56.6% de los encuestados considera que los cargos de alto mando son muy demandantes para permitir a las mujeres mantener una conciliación apropiada con las responsabilidades familiares y domésticas.

Por otro lado, los entrevistados tampoco reconocen con fuerza la existencia de prácticas discriminatorias tácitas, sino que más bien reconocen la presencia de estereotipos y sesgos de género que contribuyen al continuo de las desigualdades en lo cotidiano y que poco a poco penetran los cambios decisionales y estructurales, y que fortalecen los cimientos del techo de cristal.

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