Cultura y Espectáculos

John Wick 3: Parabellum

Por: Esteban Andaur 08 de Junio 2019
Fotografía: Cedida

El tercer capítulo en esta inesperada franquicia la corona como la joya de acción de esta generación, donde las artes marciales derivan en arte pop. John Wick 3: Parabellum (2019) supera a la primera en su elegancia, el guion es más ambicioso que el de la segunda y se apoya en el carisma de Keanu Reeves como un protagonista letal. El filme arranca justo después del final de su antecesora. De hecho, uno de los primeros cuadros es un plano detalle de un reloj marcando la hora. El tiempo apremia en esta entrega y es que Wick está <<excomunicado>> de la Orden y hay una recompensa millonaria puesta sobre su cabeza. Cada asesino en Nueva York lo está cazando. Mientras tanto, él hace lo que puede por sobrevivir.

El elenco principal da actuaciones sólidas, gracias a diálogos que nos permiten escrutar desarrollos, si bien no muy complejos, al menos lo bastante sustanciales como para preocuparnos por los personajes. Wick no ha tenido un arco más sinuoso hasta ahora: enfrenta peligros aún más exóticos y acrobáticos y hace sacrificios insólitos a cambio de amuletos que extiendan su vida. Es un Viaje del Héroe en que debe apuntar siempre a la cabeza de sus oponentes y volarles los sesos, cuyos rostros no vemos pues la violencia suele ocurrir en zonas oscuras de los cuadros, y la mayoría usa cascos, así que no advertimos la humanidad de la que tan rápido se deshace John Wick. No es tan chocante.

Todos alrededor de él son duales y no tiene más opción que negociar y, en esta dinámica, la película se divierte contradiciendo nuestras expectativas. Ian McShane se recupera de Hellboy (2019) con un papel de mentor, pero bien escrito; así, nos ofrece su mejor interpretación de Winston, el dueño del Hotel Continental, donde se solucionan de forma civilizada los conflictos del submundo criminal de Nueva York. Winston es un caballero absoluto, su garbo tan profundo que McShane lo usa para ocultar la psiquis del personaje y sugerirla en ademanes sospechosos.

Vemos a Reeves otra vez compartiendo la pantalla junto a Laurence Fishburne. La franquicia ya nos había concedido este pequeño gran placer en el capítulo previo, pero siempre es bueno destacar cuando Neo y Morfeo se reúnen fuera del universo de The Matrix (1999), en especial si ambos interpretan, más o menos, a aprendiz y mentor, respectivamente. Y por fin Halle Berry participa en un filme digno de su talento. Su actuación aquí es más atlética que histriónica, mas aprovecha al máximo a su Sofia, enemiga de Wick, y el humor entre ambos es efectivo. Hay un sano equilibrio entre las actuaciones y las coreografías de peleas, tan elaboradas que hacen hermosa la violencia brutal. Es como ver una danza de sangre. En particular, la deslumbrante secuencia de artes marciales, sables y espejos me recordó a la del clásico de Bruce Lee Operación Dragón (1973). Evan Schiff hace invisibles los múltiples cortes con un montaje cinético, sin que los golpes, patadas, puñaladas y disparos pierdan su impacto individual, y colocando inteligentes pausas de diálogos que nos dejan respirar en medio del caos. Aunque para muchos pase inadvertido, el diseño de sonido comporta uno de los desafíos mayúsculos de Parabellum y el resultado es envolvente y visceral.

La película está fotografiada por Dan Laustsen, quien consigue que certeros fotogramas de product placement, que en otra parte serían vulgares, adquieran un valor pop con composiciones sofisticadas y colores saturados. Que la historia sea consistente también ayuda a la estética.

Parabellum tiene su propia personalidad y establece elementos para explorar en eventuales secuelas. El director Chad Stahelski ha aprendido y mejorado su estilo, elevando esta empresa a un nivel superlativo: si hasta tiene a la tremenda Anjelica Huston como una mafiosa rusa. La guerra ya empezó y parece que no acabará pronto. Es mejor que estemos preparados.

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