Cultura y Espectáculos

Crítica de cine: Hellboy

David Harbour lo entrega todo y derrocha carisma como el superhéroe rojo. Sin embargo, el guion es confuso y el filme se queda como un espectáculo sangriento y desagradable.

Por: Esteban Andaur 27 de Abril 2019
Fotografía: Película

El reboot de Hellboy (2019) es un desastre, aunque uno interesante de analizar y difícil de odiar. El nuevo filme está basado en cuatro cómics del superhéroe creado por Mike Mignola y tengo la certeza de que ahí estriba el fracaso. Casi todos los diálogos son expositivos, además de los numerosos y extensos flashbacks; hay demasiado material para adaptar a la pantalla, entre el mito del Rey Arturo y repulsivas criaturas del infierno, y jamás se vuelve un todo cohesivo. Pero, y aunque suene quisquilloso, no es la única razón por la que no funciona.

A diferencia de una película de Guillermo del Toro, el director a cargo de los dos largometrajes anteriores, aquí no hay un estilo visual agradable ni una paleta de colores definida. El trabajo de cámara (fotografía de Lorenzo Senatore) suele ser reminiscente a las series de fantasía de mediados de los 90; entonces era encantador, ahora no es bueno. Además, los realizadores intentaron emular la irreverencia de Deadpool (2016) y orientar esta Hellboy a un público adulto; es decir, con litros de sangre salpicando los límites del cuadro, garabatos por doquier y con los personajes a menudo rompiendo la cuarta pared. De hecho, el derramamiento de sangre es tan excesivo que bordea lo nauseabundo (no lleves a tus niños, no es para ellos).

Y, lo peor, los efectos especiales son atroces. En todo momento lucen digitales. Y el maquillaje de efectos especiales también es problemático. La piel de Hellboy no se ve muy realista, pese a ser un enfoque alejado de la visión más pulcra de Del Toro, con minuciosos detalles en la cabeza y en el torso de David Harbour, el actor que interpreta al personaje. No obstante, su rostro es inidentificable en pantalla; no creo que eso sea algo positivo en su primer protagónico en un blockbuster. Por ejemplo, en Hellboy (2004), el maquillaje parecía piel y uno podía advertir la entrañable creación de Mignola, el estilo de Del Toro y al actor Ron Perlman, todo en un sólo diseño. Aquí no.

El sentido del humor también intenta ser soez, pero el guion de Andrew Cosby no es sofisticado ni ambicioso; la influencia de Deadpool es muy evidente. No participé de los chistes, no reaccioné a ellos; sólo los reconocí como tales, así como <<oh, eso es un chiste>>, en vez de reírme. Ya, me reí, pero con dos. Dos. Hay uno en particular que es muy desubicado; nadie del público en mi proyección se rió, yo menos. Si decides ir a verla, te darás cuenta de cuál es.

Encima, sobran elementos extraños, como la introducción dramática de Alice Monaghan (Sasha Lane), amiga del superhéroe rojo, quien entra en escena abriendo de par en par una cortina de lianas en su casa, sólo para que una de éstas le azote plena cara y ella cierre un ojo por la desazón. Quienquiera que estuviera supervisando el rodaje, debió instar a que repitieran la toma, o el montajista, desechar la toma mala. Después, mientras ella departe con Hellboy en la cocina, un plano de reacción de éste es obstruido por una lámpara que le tapa la cara. Con esto podría decir que el montaje de Martin Bernfeld raya en lo malvado, como que reservó lo peor para el corte final. Incluso hay jump cuts que se usan por razones estéticas, pero hay otros que son impertinentes.

Así que ¿qué salió mal? El director es Neil Marshall, responsable de una de las mejores cintas de terror de los últimos quince años, la maravillosa El descenso (2005), la cual contaba con un excelente trabajo de maquillaje protésico en los monstruos subterráneos. Supongo que para este reboot él precisaba un mayor presupuesto, a lo menos. También un poco de inspiración, porque su dirección es como desganada, insípida.

Ahora bien, hay dos escenas que poseen cierto ingenio y funcionan (y pude vislumbrar la buena película enterrada bajo la fea superficie): una es cuando Hellboy y su padre (Ian McShane) sostienen una discusión ética sobre la matanza de monstruos, y otra es un flashback relativo al secuestro de un bebé.

Lo que salva más o menos al filme de la desgracia absoluta, sin embargo, es el entusiasmo y compromiso del elenco. Milla Jovovich es convincente como la bruja Nimue, y también lo es McShane como el padre de nuestro héroe. Daniel Dae Kim es intrigante con un militar ambivalente. El trabajo de voz de Stephen Graham es notable como el patético Gruagach, un duende con un repugnante aspecto de jabalí y cuyo tamaño se agiganta. Y Harbour derrocha carisma, lo entrega todo para que creamos en esta historia, hasta entrenó por meses para adquirir el look apropiado. Se esfuerzan tanto en levantar esta empresa que es imposible no respetar eso y ver la peli con atención. Sólo espero que a Harbour le den más papeles protagónicos en el futuro, es talentoso y da el ancho.

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