Cultura y Espectáculos

¿Qué hace que un estilo o canción se considere bueno?

¿Existen elementos objetivos, más allá de los gustos personales? Gente ligada a este ambiente, desde diferentes espacios, entregó su visión al respecto.

Por: Ricardo Cárcamo 17 de Febrero 2019
Fotografía: Lukas Jara M.

En una actualidad ampliamente influenciada por ritmos como el reguetón, es permanente tema de debate la calidad musical de este género y otros. Pero dejando de lado las preferencias personales, ¿existen criterios objetivos que puedan decir que un estilo o canción determinada es bueno?

Gente ligada al mundo de la música se atrevió a responder la interrogante. El saxofonista Ignacio González comentó que “es una interesante pregunta. En realidad, para mí la melodía es todo. De ella se desprenden las posibilidades rítmicas y armónicas. No sé si a esta altura soy capaz de decir si una música es buena o mala, pero lo que me interesa son las melodías. Cuando una música no la tiene, me parece que se transforma más en prosa y o en una declamación. En torno a la melodía se construye la música creo yo, y en la actualidad, la falta de ella es patética”.

Sobre si esto ocurre a nivel general, en los distintos géneros, aseguró que “básicamente, en los más populares como el reguetón o el trap. Estos estilos también contienen reverberancias sociales perversas, que perpetúan el uso de la mujer objeto y la glorificación de la violencia, por ejemplo. Aunque para ser justos, muchas letras de standards de jazz y blues serían inadecuadas en la actualidad”.

Mauricio Melo, que lleva años en el ámbito local como músico y también en otras labores, indicó que “es una pregunta bastante complicada. En realidad, es inevitable que uno la conteste desde un punto de vista personal. Probablemente, tiene que ver con un ingrediente de honestidad. Con esto no quiero decir que la música producida, de laboratorio, sea mala. Es súper importante, en mi caso, sentir algo espontáneo, honesto, que de una u otra forma pueda considerarla de verdad. Y esto aplica hasta el reguetón, que en lo personal lo encuentro una aberración, como mucha gente”.

Al respecto, agregó que “puede ser algún elemento armónico muy visible, pero eso igual es difícil de explicar, que tiene que ver con gustos personales. Por ejemplo, si comparo un disco Los Beatles con uno de Rihanna, me caso con Los Beatles, porque tienen un timbre y unas combinaciones armónicas bien especiales, pero decir que la otra música es mala, es bien difícil. He tenido la suerte de contar con una visión bien global, pero tengo mis gustos personales. Hay cosas que las encuentro abiertamente feas, pero tiene que ver con la letra… Pero es tan relativo. Son magias que te detonan sentimientos, sensaciones, que igual tienen que ver con la experiencia de cada uno”.

En el plano de los gustos personales, Melo dio otro ejemplo. “A mí nunca me ha gustado mucho la cumbia, pero tiene su cosa bonita. Nunca había visto a Chico Trujillo, los vi en Olmué y los encontré súper buenos, pese a que no es mi música para nada. Se nota un buen trabajo detrás…Mientras uno vea un ingrediente de honestidad, que pueda traducirse en algo mágico por llamarlo de alguna forma, independiente del estilo que se trate. Hasta el reguetón no me atrevo a pelarlo, puede ser que un día me sorprenda, aunque ahora lo encuentre muy malo. Es mejor no ser absolutista y hay que reconocer lo bueno, y en eso me ha ayudado ser curador de los Conciertos del Gnomo”.

No hay fórmula

Nicolás Masquiarán, musicólogo y docente del Departamento de Música de la UdeC, comentó que “no hay un estándar para definir si una música es ‘buena’ o ‘mala’. Se trata de criterios culturales, que se restringen a lugares, momentos y grupos sociales específicos. En ese sentido, rara vez la calidad de la música se define por criterios técnicos o estéticos. Cuando estos aparecen, casi siempre encubren una dinámica de distinción entre grupos sociales”.

En ese sentido, agregó que “por ejemplo, si alguien pertenece a un grupo ‘conocedor’, se esperaría que esté familiarizado con el código especializado convencional de la música. Pero esa competencia es inútil si la trasladamos a otros grupos, como el mundo rural o la música electrónica, donde priman otras experiencias. Son diferentes formas de escucha y recepción”. Masquiarán también hizo referencia a la influencia que tiene el ambiente cultural y las tradiciones de cada lugar al momento de la creación musical.

“Independiente del grupo específico, en el caso de la cultura occidental moderna lo que ha primado son las ideas de originalidad y novedad sobre una base de tradición, derivados de los conceptos heredados de la ‘música arte’, una anomalía histórica inventada en el siglo XVIII. ¿Qué quiero decir con esto? Que se debe mantener un equilibrio entre lo novedoso y los anclajes en los repertorios consagrados. Si un tema se parece demasiado a lo que ya existe, es malo. Pero si es demasiado rupturista, tampoco gusta (esto proviene de la idea del ‘artista-genio’, que es conocedor profundo de la tradición, pero no se encuentra amarrado a ella).

Siguiendo esa línea, comentó también que “aquí pueden entrar diferentes formas de exhibir esa ‘genialidad’, que son específicas para cada grupo. Diferentes formas de ‘virtuosismo’. Expresivo (en la capacidad de comunicar emociones), interpretativo (en la capacidad de realizar proezas en la ejecución) y compositivo (en la complejidad de la creación), entre otras. En la actualidad, ese equilibrio se suele mantener a través de la fusión de elementos que caracterizan a diferentes músicas. La mayoría de los auditores promedio percibe la diferencia, pero no reconoce la fuente de esa novedad. Por ejemplo, ‘Uptown funk’ de Bruno Mars tiene un desarrollo tomado del techno, aunque uno la identifique como popfunk”.

Masquiarán igualmente se refirió a la importancia del sello que tenga un estilo o género. “Visto desde un prisma más sociológico, el concepto que cabe aquí es el de ‘autenticidad’. Es decir, en qué grado la música representa los valores que le asigna el grupo social. Hasta qué punto logra mantenerse dentro de la tradición del estilo, siendo propositiva, pero sin transformarse en otra cosa (frase típica de rockeros: ‘se popeó’, es decir, perdió su autenticidad). Y lo que se juega en esa autenticidad es un asunto de identidad. Los grupos sociales juzgan la ‘calidad’ musical en su capacidad de ofrecer algo novedoso que no ponga en jaque su necesidad de identificarse y ‘poseer’ la música que los representa”.

Etiquetas