Cultura y Espectáculos

“Todas las estrellas llevan a Bowie”

Banda denominada "Celebrating David Bowie", liderada por el gran Adrian Belew, homenajeó al inolvidable artista, fallecido el 2016.

Por: Paulo Inostroza 26 de Octubre 2018
Fotografía: Cedida | Diario Concepción

Bowie es una fiesta. Al rato, descansa y saca lágrimas, te deja boquiabierto y vuelve para hacerte bailar sin piedad. Lo tiene todo y cuando ves su obra pasar frente a tus ojos, golpe a golpe, ratificas que el tipo es un genio, que de su cabeza salía magia y salía a montones. “Celebrating David Bowie” llegó al Teatro Marina del Sol. Y no era un tributo más en el casino. No, eran estrellas de renombre, haciendo versiones respetuosas y con sello propio. Sin lienzos con la cara del Duque ni proyectando su imagen para traerlo al lugar a la fuerza. La mejor forma de sentir toda su presencia era con su música y punto.

Y Bowie estuvo ahí. Se sintió. Con tres voces sobresalientes repartiéndose la lista de canciones según su mejor rango. El siempre histriónico Angelo Moore -vocalista de Fishbone- tomó los temas más prendidos del catálogo y, por cierto, lo más difíciles. “Ashes to ashes”, “Space oddity”, “Moonage daydream” y “John, I”m only dancing” fueron algunos de sus turnos. En este último, subiendo a gran cantidad del público al escenario armando un carnaval. Moore también paseó sobre las butacas y se vistió de payaso. Un frontman loco e impredecible, pero no con esa locura conceptual y fina que tenía Bowie. ¿Su registro vocal? Simplemente, impresionante.
Otra estrella era el gran Adrian Belew, uno que por sí solo merece teatro lleno. No por nada, trabajó con Zappa, Bowie y lideró al King Crimson de Fripp y compañía. Tremendo vocalista y también guitarrista, como quedó más que claro en la ejecución de “Stay”. De su voz salió “Starman”, la maravillosa “Quicksand” y “Rock and roll suicide”, entre otras joyas. Belew es sencillo y carismático. De jockey hacia atrás, risa fácil y sin “ponerle de más” innecesariamente. Como si fuera poco, se encarga de apoyar las voces del resto y todo lo hace de manera perfecta.

El tercero al micrófono era Paul Dempsey, el más joven y probablemente menos conocido. Da igual. Lo importante es que regaló tremendas interpretaciones de “The man who sold the world”, “Modern Love” y tuvo su punto más alto en la desgarradora “Five Years”. Junto a ellos, puros cracks: el guitarrista Ángelo Bundini -que también se animó a cantar-, el baterista Michael Urbano y el tremendo saxofonista Ron Dziubla. Todo sonaba de maravillas, justo como lo planeó Bowie en su inquieta cabeza.

¿Otras gemas? Hubo espacio para todo y aquella noche de miércoles -en un recinto a poco más de medio llenar- también brotaron hitazos como “Fame”, “Ziggy Stardust”, “Soul love”, “Golden years”, “Life on Mars”, “Sound and vision”, “All the young dudes” y el bis con “Heroes” sumando el aporte de todos en una comunión envolvente y con la participación de un público que siempre estuvo dispuesto a corear y cantar.

Fueron casi dos horas, sin mucho espacio para la palabra, salvo para agradecer, presentarse y un par de intervenciones de Moore. Fue una bomba pegada a otra, un recorrido vertiginoso por la vida de un tipo que tiene una obra infinita. Tanto que, a vuelo de pájaro, te acuerdas que faltó “Changes”, que faltó “Let”s Dance” y tantas otras. Bowie da para un día completo. Para dos vidas y media. Algunos de los presentes, los mayores, recordaban con nostalgia cuando lo vieron en vivo, hace casi 30 años. Los más jóvenes saben que nunca podrán darse el gusto. Para ambos, el homenaje cumplió su objetivo. No fue un tributo más, ni un calco sin brillo. Fue una celebración de gala. Digna de un duque.

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