Cultura y Espectáculos

En la huella de Violeta: la tradición de las cantoras en la Región

Aunque septiembre se asocia de forma automática a la cueca, este ritmo es más bien una adaptación citadina de melodías ancestrales, cuyas raíces se sitúan en el campo y en las zonas más rurales. Un movimiento potente, con variadas exponentes, que en nuestra Región se mantiene y nutre a las nuevas generaciones.

Por: Mauricio Maldonado 16 de Septiembre 2018
Fotografía: Diario Concepción

De manera paralela a la “moda” melódica o sonora de estos días dieciocheros, la guitarra campesina tañe su propio ritmo y camino. Tradición, principalmente, de cantoras que representan el verdadero folclor nacional, ese de “raíz” que se gesta y produce todo el año, principalmente en los campos y pueblos a lo largo y ancho de nuestra Región.

“Las cantoras no son artistas, ellas consideran que cantan porque recibieron este don, y lo ponen al servicio de la comunidad. Son, por lo general, dueñas de casa, tienen sus huertas, y si hay, por ejemplo, un casamiento o una trilla, cantan. Pero ese sentido de ser artistas y presentarse en n escenario no existe. Interpretan en los espacios y momentos en que hay actividades en la comunidad”, aseguró Patricia Chavarría, folclorista, Premio Margot Loyola 2016 categoría Investigación y directora del Archivo de Cultura Tradicional de Artistas del Acero.

Un movimiento vivo en lo regional, cuya clasificación viene dada desde el siglo XVIII y que se asocia en relación al instrumento que se interpreta y a los roles que rigen en el mundo campesino.

“El hombre con el rabel y guitarrón, cantando lo divino y humano; y la mujer, arpa y guitarra, con un repertorio festivo. En los campos nuestros, el hombre siempre ha sido el que sale a trabajar a otras tierras, a las siembras y chacras, mientras que la mujer en la casa era quien hacía de heredera de este ‘oficio’ de cantora. De ahí que aquí se goce de una rica tradición en este sentido”, puntualizó Chavarría.

Para Claudia Melgarejo, cantora e intérprete de guitarra traspuesta -afinación característica de la guitarra campesina, y que aprendió esta manera de tocar, junto con toda su tradición, gracias a Chavarría, destaca que existe un constante y fuerte corriente de cantoras locales, pero que sus melodías se invisibilizan durante septiembre.

“Es un mes con características claras y definidas, con una tradición sonora que ha sido desarrollada en la urbe, y esa es la música que se escucha, principalmente, estos días. Las cuecas que todo el mundo conoce, como ‘La consentida’, es lo que más se busca y promueve. Mientras que la guitarra traspuesta o el canto campesino tradicional tiene su propio movimiento y actividad, anexo a lo más ‘popular’, por ejemplo, el último viernes de cada mes, el Centro de Cultura Tradicional Curarrehue cultiva este tipo de música. Cuecas campesinas que son súper sabrosas y que tienen otra connotación, distintas a lo de la urbe”, indicó.

Además, Melgarejo aclaró que “no es que sea una mejor que la otra. Lo que se ha desarrollado en la urbe tiene su escenario en la ciudad, como es natural. El canto campesino tradicional se encuentra más bien en los archivos de cultura y en la gente que se dedica a ‘busquillar’. En mi caso, no tengo vivencia campesina, di con él buscando un canto más identitario. Descubrí toda su cosmovisión -canto campesino, guitarra traspuesta y la figura de la cantora campesina- gracias a Patricia (Chavarría), algo que está súper presente y un poco al margen de lo que se ha desarrollado en la ciudad”.

Entre la tradición y la vanguardia

Dentro las nuevas generaciones y que han perpetuado este sonido, y que lo han llevado a los escenarios más masivos, está Fabiola González, más conocida como “La Chinganera”, quien heredó su gusto por este folclor campesino gracias a sus padres.

“Crecí en el campo escuchando música campesina. Mis padres tenían un conjunto amateur y me inculcaron el amor por el folclor. A los cinco años bailaba cueca y tuve un gran apego con eso. Fue bien natural el proceso. Estudié música clásica -en la Universidad-, y también canto lírico, hice danza, teatro, pero no encontré nada más completo que esto. Estoy a punto de lanzar mi tercer disco basado en la guitarra campesina, y estoy payando y reencontrándome con cosas más profundas”, señaló González.

Ella junto a Melgarejo, Naara Andariega, Andrea Andreu y Marisole Valenzuela, protagonizarán el próximo 21 de septiembre, en el Teatro UdeC, la Tercera Cumbre de Guitarra Traspuesta. Un evento que, dentro de este estilo tradicional, fusionará sonoridades más contemporáneas y cercanas a esta nueva generación de cantoras.

“Todas somos distintas, una es más rockera, psicodélica, otra es más tradicional, más pura. Otra hace más fusión, ocupa elementos del jazz en la guitarra traspuesta. Pero tenemos un hilo conductor que nos une, que es esta guitarra de seis cuerdas, con afinaciones ancestrales. Nosotras hacemos un viaje sonoro y poético a lo más profundo de la raíz de donde una pertenece. El mismo público nos ha dicho que este viaje les trae recuerdos de sus abuelos o padres. Es como un redescubrirnos porque ¿quién en Chile no tiene origen campesino o un pariente del campo? Nosotras estamos paradas al medio, entre la tradición y la vanguardia”, confesó “La Chinganera”.

Y si se trata de fusión y nuevos nombres dentro de la guitarra traspuesta, Sandra Alarcón es un destacado ejemplo. También heredera de estos sonidos de raíz, los ha mezclado de manera precisa con el blues.

“Cuando era chica viví en el campo y ahí aprendí a tocar con mi mamá en trillas, casamientos y fiestas populares, donde se tocaba guitarra traspuesta con cantoras campesinas tradicionales. Luego, cuando fui creciendo me puse a componer teniendo esta base, pero con blues, aunque nunca lo definí como tal. Más bien, con los años, y con una cierta madurez en mis creaciones musicales, concreté un estilo de blues chileno, dado por toda la influencia campesina con que me crie y que fui descubriendo con el tiempo”, afirmó.

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