Cultura y Espectáculos

Tom Cruise es Barry Seal: Sólo en América

Por: Esteban Andaur 16 de Septiembre 2017
Fotografía: Cedida

Después de La momia, el actor nos sorprende con un filme inteligente y un gran personaje.

Steven Spielberg. Martin Scorsese. Stanley Kubrick. Cameron Crowe. Paul Thomas Anderson. Oliver Stone. Brian de Palma. Barry Levinson. Francis Ford Coppola. Tom Cruise, una de las estrellas más grandes de Hollywood de los ‘80 (lo rectifico, pues la más grande es Harrison Ford), ha protagonizado varias obras maestras de los mejores directores de cine del planeta. Decir que es un mal actor es un insulto hacia él y el público, ya que esas películas se mantendrán frescas y populares por mientras exista una historia del cine.

El actor pareció entrar a una fase oscura con el estreno de la nefasta La momia hace tres meses. Lo habrá hecho por dinero o por más fama, la película es una pequeña mancha en su carrera. Y, honestamente, lo hizo por la diversión. Como ya lo ha demostrado en la franquicia Misión: Imposible y en La momia, Cruise ama tanto los aviones como ama hacer su propio trabajo de doble de acción de sus personajes. Pues Barry Seal: Sólo en América (2017) no es excepción, y su interpretación como el personaje del título es uno de los mejores trabajos de su ilustre carrera.

Barry Seal es un piloto de vuelos comerciales en EE.UU., quien es reclutado por la CIA en el ‘78, para realizar fotografías aéreas de grupos comunistas en Centroamérica. Después se involucra con el Cártel de Medellín (del cual formaba parte Pablo Escobar), y empieza a contrabandear drogas desde Colombia hacia EE.UU y Nicaragua. Y ése es sólo el comienzo de una historia muy enredada.

Un secuaz de la CIA, Barry pronto cae en la cuenta de que el valor de sus servicios es relativo, puesto que el bienestar de su familia no le está garantizado en un cien por ciento. Al cabo de un tiempo, Barry es una víctima más de todo el enredo político americano de la época, propiciado por el contexto de la Guerra Fría.

Aquí no hay moraleja: Barry Seal no pretende en ningún momento funcionar como una prédica populista ni un cuento de hadas militar. Y tampoco hay trama: Barry nos es presentado en su cotidianeidad, y participamos de la adrenalina de sus vuelos por el continente, y del peligro que enfrenta una y otra vez con los contrabandistas latinoamericanos, el cual no es muy distinto al que le acecha de vuelta en casa, y uno se pregunta cuál es el bando de los buenos y cuál es el de los malos. ¿Y es Barry un héroe, después de todo?

El elemento trágico de la historia reside en una crítica a la sociedad estadounidense, que el director sabe elaborar de una manera sutil y, al final, alarmante: cuando los americanos dicen <<América>>, en realidad, el concepto se refiere a los estadounidenses poderosos, políticos, empresarios, que no tienen el menor reparo en enviar a civiles a hacer el trabajo sucio, para que los primeros conserven y acrecienten su poder. Esto sólo pasa en América. Pero es el empaquetado poco convencional lo que llama la atención: es una comedia, a veces un thriller, y siempre entretiene.

El personaje comporta una decisión audaz para el actor. Seal es un hombre cuyo único objetivo en la vida es la supervivencia, tanto la de él como la de su familia. Y abre los ojos a un mundo donde impera la hegemonía del Tío Sam, sobre sus habitantes y sobre los países subdesarrollados en los cuales interviene a través de sus centros de inteligencia. América es grande, por cierto: va desde el Polo Norte al Polo Sur, incluyendo Canadá.

Como no hay trama, y el filme es biográfico, vemos a un hombre cometiendo errores y después enfrentando las consecuencias de éstos. ¿Recuerdas que a Scorsese no le gusta contar historias con trama? Es por la misma razón: él observa a sus personajes, complejos e inestables, enfrentando todo lo que la vida les depara, como en Toro Salvaje (1980) y Casino (1995).

Y en Barry Seal vemos el legado de Scorsese en cada fotograma. Es una especie de híbrido entre Buenos muchachos (1990), El aviador (2004) y El Lobo de Wall Street (2013). Se nota en el uso del lenguaje vulgar, la ambivalencia moral de los personajes, el montaje enérgico y el uso de planos congelados justo antes de concretarse actos de violencia. Ver la película fue como sentir que Cruise era dirigido por Scorsese por primera vez desde su colaboración en El color del dinero (1986).

Y al igual que en el Scorsese más clásico, Barry nos narra en una voz over los acontecimientos de este particular período de su vida. Tal voz over proviene de grabaciones caseras en VHS que él mismo realiza. Necesita dejar un registro ¿de qué? Tal vez de la diversión de estar cometiendo una serie de ilegalidades a lo largo del continente y salirse con la suya cada vez que puede.

Tiene un ego grande, y sus grabaciones en VHS vendrían siendo como precursoras de las historias de Instagram. Los flashbacks que surgen de las grabaciones son el grueso de la película, donde Cruise despliega un talento para la comedia pocas veces explorado. Su ritmo cómico es excelente, y consigue darle matices melancólicos, tanto a sus diálogos como a su rictus, que dotan de humanidad al personaje. Barry es, inmensamente, carismático porque es personificado por una estrella, pero también por el compromiso que la estrella profesa por el papel durante el metraje. Es evidente que Cruise se está divirtiendo en grande cada vez que sale en pantalla, y ves al personaje, no a la celebridad.

Asimismo, el aspecto algo defectuoso de las grabaciones se extiende al material de archivo y a las dramatizaciones, confiriéndole al filme un look, íntegramente, nostálgico, y haciendo del visionado una experiencia visceral. El profuso y efectivo uso de la cámara en mano y el ingenioso empleo de los planos aberrantes refuerzan el carácter <<en el momento>> de la fotografía.

Finalmente, Cruise encontró en Barry Seal: Sólo en América un buen guión que le implicó un desafío dramático, digno de su talento. Y es un hecho de que el actor ha encontrado, además, en el director Doug Liman (quien lo dirigió en Al filo del mañana [2014]) una alianza fructífera, donde las narraciones inteligentes, provocadoras y empáticas son lo primordial.

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