Cultura y Espectáculos

La nostalgia y Woody Allen, otra vez: Café Society

En su más reciente película, Woody Allen nos invita nuevamente a sumergirnos en el pasado de Hollywood, con una historia romántica, aguda, graciosa, y de una belleza visual deslumbrante.

Por: Diario Concepción 20 de Enero 2017
Fotografía: imagenPrincipal-6982.jpg

En su más reciente película, Woody Allen nos invita nuevamente a sumergirnos en el pasado de Hollywood, con una historia romántica, aguda, graciosa, y de una belleza visual deslumbrante.

 

Esteban Andaur
Contacto@diarioconcepcion.cl

Una observación fácil de hacer al repasar la filmografía del poeta (cinematográfico) de Nueva York, Woody Allen, también mi director de cine favorito, es que tiene una marcada inclinación por la nostalgia. El sentimiento empapa su cine, y de ella emerge casi siempre la profundidad de sus relatos, que tal vez serían, de otra forma, más ligeros. Una película de Woody constituye una ventana al pasado del entretenimiento estadounidense, tanto a las décadas en que Woody produjo sus filmes definitivos, como a las décadas previas que nutrieron su estilo artístico.

Por ejemplo, Café Society (2016), su filme más reciente, está ambientado en los años 30, y cuenta la historia de un joven judío que emigra desde Nueva York a Hollywood, para pedirle a su tío, un agente de talentos, un trabajo, cualquier trabajo, en las películas. Allí se enamora de la asistente de su tío, quien es, además, la amante de éste, formándose un triángulo amoroso que los marcará por el resto de sus vidas.

Jesse Eisenberg encabeza el elenco como el joven neoyorquino Bobby Dorfman, papel que el propio Woody habría interpretado de ser más joven; quizá por eso esta vez asume la narración en off. Steve Carell interpreta al tío, Phil Stern; y la siempre excelente Kristen Stewart es su asistente, Veronica, o ‘Vonnie’, como le dicen todos.

Llamar a Café Society una comedia romántica sería algo meramente práctico. Es a menudo graciosa, y es romántica de una forma muy cinematográfica. De hecho, la comedia romántica es el género cuya <> Woody definió para la posteridad.

Y pese a no ser una tragedia, posee elementos propios del drama. Hay una melancolía que permea cada cuadro, algo <>, aunque esta vez no se debe a la época retratada en el filme. Sino, más bien, a una visión honesta de las relaciones amorosas, en el sentido de que mucho de un romance depende de cuánto racionalizamos nuestras decisiones. Los miedos de los personajes que componen el triángulo son sensatos, pero éstos anulan sus voluntades, y la película sugiere que a veces la intrepidez es la opción más sabia. Las decisiones en el amor parecen veleidosas cuando son inspiradas por el temor a la infelicidad, y reflexiones como éstas dotan al filme de la madurez de las mejores cintas de Woody, sin serlo necesariamente.

La ambientación del filme no es una sorpresa: Woody Allen nació en 1935. Pareciera que el cineasta ha desarrollado cierta frustración por no haber vivido de adulto durante esos años y, por lo tanto, hace realidad sus sueños a través de sus películas. Tampoco es sorpresa, pues, que algunos de sus más exquisitos trabajos se remitan a la primera mitad del siglo XX, como tampoco, entonces, que en Café Society vuelva a emplear el jazz como su banda sonora.

La película sí es una sorpresa, sin embargo, en otros aspectos estéticos. Cada película de Woody es visualmente elegante, mas Café Society es, en particular, hermosa. La escenografía del histórico diseñador de producción (y a veces de vestuario) de Woody, Santo Loquasto, comprende una de sus mejores colaboraciones: cada vez que es posible, los sets aprovechan de expresar las corrientes artísticas populares de entonces, como la Bauhaus, el muralismo mexicano y el art déco. Los vestuarios diseñados por Suzy Benzinger son impresionantes en su atención al detalle; ella hace deseable una moda antigua.

Y la fotografía a cargo del legendario Vittorio Storaro, famoso por sus colaboraciones con Bernardo Bertolucci (El último tango en París [1972], El último Emperador [1987]), le saca partido a todo lo anterior, deleitándonos con la exuberante belleza de cada cuadro, unificando los elementos de modo que expresan las actitudes de los personajes, y distinguiendo lugares y tiempos narrativos con sutiles juegos con la temperatura de color. Encima, Storaro consigue evocar el trabajo pasado de Woody, y, por consiguiente, le confiere a Café Society el sentido de belleza visual que caracteriza las obras maestras del director fotografiadas por Gordon Willis en los 70 y 80, como Annie Hall (1977), Manhattan (1979) y La rosa púrpura del Cairo (1985).

En la más reciente obra maestra del cineasta, Medianoche en París (2011), el protagonista era recogido por un auto antiguo a la medianoche en la capital francesa, y transportado a los años 20, llegando a conocer a los grandes intelectuales de la época. Días de radio (1987) contaba la historia de una familia judía viviendo en los 30 y 40, los años de oro para la radio estadounidense; también aquí Woody era el narrador en off. Y ya en 1935, para variar, Hollywood volvía a estar en el corazón de la historia en La rosa púrpura del Cairo, en la que una ama de casa de Nueva Jersey acude reiteradamente al cine a ver la película del título, cuyo personaje principal sale de la pantalla al enamorarse de ella. Tal vez aquí esté el germen de la desoladora melancolía de Café Society, que es una iteración de sus temas favoritos: la identidad judía, la separación entre la realidad del amor y la ficción de éste en el cine, el pasado.

Café Society funciona como un lindo entretenimiento, que tiene un par de cosas que decir sobre el amor, y que manifiesta la estética más personal del cineasta, estética que aquí triunfa por sobre la historia. Creo que es una película especial en su filmografía, en la que se dio el gusto de transmitir tan sólo un estilo bello, sensaciones que, una vez más, son nuevas, aunque lo sean sólo para él. Creo que su añoranza es por amores del pasado, los cuales enmarca en fotogramas cómodos en la farándula y el jazz. Me imagino que Woody suele sentirse así de vez en cuando, en esas soledades que surgen en medio de muchedumbres, preguntándose cómo habría sido….

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