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Transporte público enfrenta grave crisis de cara al retorno a la normalidad

Hay más de medio millar de micros menos que previo a la pandemia, según el INE, y además, menos conductores, informan sindicatos. El resultado, menos frecuencias en los recorridos, justo cuando se vuelve a la presencialidad.

Por: Sebastián Henríquez 19 de Septiembre 2021
Fotografía: Raphael Sierra P.

Aunque falta ver el impacto de las Fiestas Patrias en el nivel de contagios, la tendencia es a la baja.

De hecho, a una baja notoria.

Ayer, el Ministerio de Salud reportaba para el Biobío una cantidad de 2,4 contagiados cada 100 mil habitantes, una cifra que no se veía desde el 23 de mayo de 2020, justo al comenzar la curva ascendente de contagios que terminó con todo el Gran Concepción en cuarentena.

Entonces, de cara al avance de la pandemia y sin vacuna a la vista -recordemos que recién se comenzaron los ensayos masivos en diciembre del año pasado- se tomaron medidas que restringieran la movilidad de las personas.

En la región, se optó por cuarentenas, por exigir elementos de protección personal en espacios públicos, por un esquema de permisos de salida.

El resultado de estas medidas, es que se paró una ciudad de 1,2 millones de habitantes. Vecinos que viajan, compran, venden, prestan servicios, estudian, trabajan, pasean, comen, todos los días.

Y, que en su mayor parte, usan el transporte público para ello.

El impacto en el rubro fue duro.

Según el Instituto Nacional de Estadísticas, en la región, existían en 2019 un total de 3.721 patentes para minibús. Casi las mismas que en 2018, cuando había 3.715 activas.

La pandemia rebajó la cifra, y en 2020 se cuentan 3.276 patentes funcionando. Es decir, medio millar de micros menos.

Esta baja tiene su paralelo en la cantidad de choferes, que ante la inestabilidad laboral buscaron otros empleos o emprendimientos. Según Domingo Oporto, chofer y dirigente sindical de la Asociación Intercomunal Biobío, que agrupa a conductores de 11 líneas, “antes de la pandemia, había unos 2,600 choferes en la provincia, hoy deben quedar menos de 1,800”.

Es decir, hay una crisis.

Las restricciones sanitarias de 2020 y 2021 sacaron máquinas y choferes de circulación, en un círculo vicioso: como hay menos máquinas, hay menos contratación de choferes y como las frecuencias son menos regulares, el público busca alternativas como auto, aplicaciones de taxi o bicicleta.

Según los especialistas consultados por Diario Concepción, este problema será difícil de resolver en el corto plazo, y afectará no solo los tiempos de transporte, sino también la configuración de una ciudad que, ante la sostenida baja de contagios, espera volver a una normalidad donde el transporte público es esencial.

La vuelta del domingo

La crisis del transporte público tiene tres aristas: la falta de choferes, la situación de las empresas y el contexto de la ciudad, con su normativa y sus flujos.

Entender la primera, es hablar con Domingo Oporto, dirigente y chofer con más de 30 años detrás del volante.

Según su relato “cuando empezó la pandemia, muchas líneas pararon, y los choferes quedaron a la deriva, muchos estaban sin contrato, trabajaban a cuota, es una cosa histórica, el trabajador del transporte público trabaja en forma precaria”.

En esta inestabilidad, muchos debieron reinventarse en otros rubros.

“El que pudo, se armó con una frutería, compró auto para manejarlo, los que tenían licencia para conducir buses, se fueron a proyectos como el MAPA, donde hay que mover un montón de gente. Ahora, ya están instalados, están bien, y es difícil que vuelvan a subirse a una micro”, señala.

¿Por qué? Pues, dice Oporto, porque el trabajo en una micro no es atractivo.

“La mayor parte de los trabajadores no tiene contrato, no saben cuánto van a ganar, cortan un 22% del boleto y eso, en horario bajo, no significa mucho”, añade.

Un ejemplo, explica, es el fin de semana.

“La vuelta del domingo no deja casi nada. En un día, un conductor puede cortar $50.000 en boletos, y eso significa que le quedan $10.000 para él, después de 12 horas de trabajo, por esa plata, nadie sale a trabajar”, sentencia.

Esta precariedad, se debe al esquema con que funciona el transporte público en el Gran Concepción, donde hay autorización para el funcionamiento de 39 líneas.

“Todas estas empresas, tienen un operador, pero en realidad, funcionan con 30 o más socios. Hay gente que tiene una máquina, dos, cinco, y cada uno de ellos son los que realmente contratan, las empresas son de papel”, dice.

“No hay un orden. Algunos salen a las cinco de la mañana, otros a las siete, y cuando llega la hora punta de la tarde, ya tienen 12 horas de trabajo… a las 10 de la noche ya no quieren más”, relata.

“Por eso debiera actualizarse el perímetro de exclusión, implementarse un cobro electrónico como se hace en Santiago, para que los conductores tengan un sueldo, imposiciones. Ahí no va a haber problemas de frecuencia”, propone.

Tormenta perfecta

La crisis que enfrenta el transporte no solo tiene motivos en la condición laboral de los choferes.

Según Christian Molina, académico facultad de ingeniería de la U. Católica de la Santísima Concepción especializado en obras viales y construcción “existen varios problemas, a nivel mundial, no solo en Chile, y el tema de los conductores en sí va a la baja… no es atractiva sobre todo para los jóvenes, es cosa de ver la media de edad que sube cada año”.

“La pandemia aumentó un problema que ya se venía generando, que se va a acrecentar, pero que se puede prevenir haciendo políticas públicas que enfrenten el problema, para hacer más atractivo el oficio”, afirma.

Según el especialista, la ciudad tiene todas las herramientas para solucionar el asunto. Hay medios de transporte, hay vías exclusivas, hay incluso tecnología disponible.

“No hay que inventar nada, está todo a mano”, afirma.

“Si se ordenara, funcionaría de modo optimo, acá falta un ente regulador, o una empresa que haga una aplicación o bases de datos para ordenar este tema. Está todo disponible”, asegura.

“Aún con menos choferes y máquinas disponibles, se puede solucionar. Es cosa, por ejemplo, de disponer horarios cosa de que los pasajeros sepan a qué hora pasa un bus, e indicar ese horario en el paradero”, añade.

Pero, advierte, son medidas que hay que tomar ahora.

“El transporte impacta en otras áreas, incluso en el tema habitacional por ejemplo. Si el transporte tiene falencias, se genera una presión por las viviendas en el centro, donde los precios ya van al alza por la pandemia y porque están ligados a la UF, que también está subiendo”, cuenta.

“Si no se toman cartas en el asunto ahora, que no todos están saliendo a sus trabajos o a estudiar, después va a ser complicado. Pensando en volver a la normalidad, va a ser caótico”, aconseja.

Medidas por ahora

Jorge Casas, operario de una línea de buses, cuenta que en su caso no han visto una baja tan pronunciada, y cuenta porqué.

“Tuvimos algunos problemas, pero ahora estamos retomando los servicios. Estamos incentivando con valores extra, y tenemos todo en regla, contratos e imposiciones”, asegura.

“Ahora, hay cosas que se pueden hacer, estamos trabajando para facilitar el tema de las licencias, para incorporar más personas”, cuenta.

Desde la Seremi de Transportes señalan que se analiza la propuesta de incorporar mano de obra extranjera para paliar la falta de choferes, pero esta proposición toca otra crisis: la dificultad que han tenido los migrantes para regularizar sus cédulas en pandemia, un requisito para las licencias de conducir clase A que pide el transporte público.

El seremi, Jaime Aravena, dice que se han tomado otras acciones.

“Esta situación de escasez de conductores comenzó con la pandemia, primero por las cuarentenas y también la desconfianza de los usuarios de utilizar el transporte público”, explica.

“Hemos tomado contacto con todas las líneas de transporte público, sus gremios y asociaciones, recordándoles que deben cumplir con la frecuencia y horarios inscritos en el Registro de nuestro Ministerio. Para verificar esto, hemos fiscalizado el correcto cumplimiento de los servicios”, termina.

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