En su Día Mundial se concientiza sobre esta enfermedad crónica que afecta a 2 millones en Chile, incluso desde la niñez.
Daños y patologías oculares, renales, nerviosas y cardiovasculares son graves e incluso letales complicaciones del progreso de la diabetes, con cada vez más alto impacto sobre la salud individual y pública.
Aunque, lamentable por la realidad y alentador para impulsar cambios, gran parte de los diagnósticos y vidas perdidas podrían evitarse con hábitos sanos y autocuidado. Y estos son mensajes clave a concienciar durante el Día Mundial de la Diabetes que se conmemora cada 14 de noviembre con respaldo de entidades como la Organización Mundial de Salud (OMS).
Hay una fuerte alarma encendida en Chile y Biobío: la prevalencia de diabetes incrementa con los años, se diagnostica a edades más jóvenes, y los hábitos están enfermando y matando a las personas y lo harán cada vez más si se siguen las tendencias actuales.
La doctora Oriana Paiva, jefa de la Unidad de Diabetes del Hospital Guillermo Grant Benavente (HGGB) y académica de la Facultad de Medicina de la Universidad de Concepción (UdeC), explica que la diabetes engloba un conjunto de enfermedades caracterizadas por el aumento crónico de los niveles de azúcar en la sangre que va generando deterioro orgánico a distintos niveles.
Ello ocurre cuando el cuerpo no puede producir o usar de forma adecuada la insulina, hormona que produce el páncreas, lo que tiene distintas causas. Así, hay diferentes diabetes, siendo las más comunes la tipo 1 y la 2, que es realmente la mayor preocupación y desafío sociosanitario.
“La diabetes tipo 1 es autoinmune y dependiente de insulina, pero la tipo 2 tiene que ver principalmente con la obesidad. En Chile casi 13% de la población tiene diabetes tipo 2, son alrededor de 2 millones de personas, y en la tipo 1 son 25 mil”, advierte la médica internista y diabetóloga e integrante de la Célula de Diabetes del Hospital Digital Chile del Ministerio de Salud. A nivel local se traduce en decenas de miles de personas.
La obesidad, que ha ido al alza en Chile, se caracteriza por la acumulación excesiva y nociva de grasa corporal, que conlleva aumento de peso y diversas alteraciones como síndrome metabólico y complicaciones. Y, aunque puede haber bases biológicas en la predisposición, principales factores de riesgo son nocivos patrones alimentarios y sedentarismo que prevalecen en la población. Es decir, hábitos dañinos.
Según el Mapa Nutricional de Junaeb el 50% de escolares tienen sobrepeso u obesidad, e informes diversos alertan que les padecen más del 74% de la población adulta, transformando a Chile en uno de los países más obesos de la Ocde y el más de Latinoamérica.
En este contexto, la especialista sostiene que, aunque la diabetes ha sido una enfermedad de personas mayores por el envejecimiento orgánico y en este grupo se da la mayor prevalencia, se ve en personas cada día más jóvenes e incluso niños, a edades impensadas no tanto tiempo atrás.
“Lamentablemente, la diabetes tipo 2 es un problema serio que está partiendo en la niñez. Hace 10 años era imposible encontrarla en un niño de 10 años, pero ahora ya se está diagnosticando a esas edades porque tenemos mucha obesidad desde la infancia”, lamenta.
Por ello la doctora Paiva enfatiza que para prevenir o controlar la diabetes y sus complicaciones hay que prevenir o controlar la obesidad. Y la clave fundamental es seguir hábitos saludables, que idealmente se deben promover desde la infancia e incentivar a lo largo del ciclo vital para generar beneficiosos cambios, incluso si las condiciones se presentaron.
Si la diabetes no se previno, vital es su detección precoz para iniciar tempranamente el control con diversas estrategias, como medicamentos o intervenciones de estilo de vida que evitan el avance, descompensaciones y complicaciones.
Para ello hay que acceder a evaluaciones periódicas, acorde al nivel de riesgo individual. “La diabetes tipo 2 es una enfermedad asintomática o que da pocos síntomas inicialmente, hasta que las glicemias están muy altas. Por eso se recomiendan las evaluaciones preventivas frecuentes para pesquisarla”, asegura.
En los estilos de vida está la alimentación como uno de los pilares fundamentales, que en torno a la diabetes cobran especial relevancia.
El doctor Miquel Martorell, director del Centro de Vida Saludable y académico del Departamento de Nutrición y Dietética de la Facultad de Farmacia UdeC, explica que como clave para prevenir o controlar esta enfermedad crónica se deben privilegiar alimentos y seguir hábitos que típicamente se consideran saludables, y restringir todo aquello reconocido como no nutritivo.
Al respecto, ahonda: verduras y frutas enteras aportan fibra, antioxidantes y compuestos bioactivos; legumbres tienen carbohidratos de absorción lenta y fibra; granos integrales tienen una estructura rica en fibra; frutos secos y semillas aportan grasas saludables y compuestos con efecto antiinflamatorio; y pescados grasos como jurel, sardina y salmón son ricos en omega-3.
“En conjunto, la fibra, los antioxidantes y las grasas saludables contribuyen a mejorar el metabolismo de la glucosa, reducir la inflamación crónica y fortalecer la respuesta del organismo a la insulina”, asegura el investigador.
Como alimentos perjudiciales advierte que la comida rápida y productos ultraprocesados suelen ser altos en grasas de mala calidad, sodio y aditivos; bebidas azucaradas y jugos, incluso naturales, se absorben rápidamente y producen aumentos bruscos de glucosa en la sangre, y similar ocurre con harinas refinadas y pan blanco que pierden su fibra y se comportan como azúcar; carnes procesadas, como embutidos y fiambres, tiene alto contenido en sodio, grasas saturadas y nitritos; y ciertas carnes rojas tienen alto contenido en grasas saturadas.
En efecto, asevera que “estos alimentos aumentan la resistencia a la insulina, la inflamación sistémica y la acumulación de grasa visceral, factores centrales en el desarrollo y progresión de la diabetes tipo 2”.
En torno a la alimentación y la diabetes hay creencias populares que son mitos que pueden generar confusión y llevar a decisiones poco sanas e incluso perjudiciales.
“Un mito frecuente es pensar que los productos ‘light’, ‘sin azúcar’ o ‘diet’ son automáticamente saludables. Muchas veces reemplazan el azúcar por edulcorantes, pero pueden contener grasas, sodio o almidones en exceso, por lo que no siempre son la mejor opción. La clave es mirar el conjunto de la alimentación, no sólo una etiqueta”, sostiene Martorell.
También es común la idea de que quienes tienen diabetes no pueden comer frutas, y afirma que es falso y lo cierto es tener algunos resguardos específicos.
Además de fibra, vitaminas y antioxidantes, las frutas aportan azúcares en distintas formas. Algunas tienen mayor contenido de simples y se deben moderar, como uvas o dátiles, ya que aclara que pueden provocar elevaciones rápidas de glucosa en sangre si se consumen en grandes cantidades. “Lo importante es ajustar la porción y distribuir su consumo a lo largo del día. Y hay que preferir la fruta entera por sobre los jugos, que se absorben muy rápido y pueden elevar la glucosa”, destaca.
En esa línea aconseja el uso moderado de edulcorantes no calóricos: “aunque pueden ser una alternativa útil para reducir el azúcar añadido en la dieta, su uso indiscriminado puede perpetuar la preferencia por sabores muy dulces y dificultar la adaptación a patrones alimentarios más equilibrados”.
Ante las recomendaciones para una alimentación y hábitos saludables, Martorell releva a la dieta mediterránea entre las que cuenta con mayor respaldo científico tanto para la prevención como el control de la diabetes tipo 2 y otras enfermedades crónicas como las cardiovasculares.
Este patrón alimentario al que se dedica su día mundial cada 13 de noviembre, celebrando que Unesco la declaró Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad en 2010 para relevar sus múltiples beneficios, se distingue por el protagonismo de alimentos vegetales y naturales.
La principal característica es una alta ingesta de verduras, frutas, legumbres y granos integrales; el uso predominante de aceite de oliva como principal fuente de grasa; consumo frecuente de pescado y mariscos; ingesta moderada de lácteos; y bajo consumo de carnes rojas y productos ultraprocesados.
La dieta mediterránea ha inspirado otros patrones con características específicas y es factible adaptarla a alimentos disponibles localmente.
La protección o riesgo a la salud no sólo se trata de elección de alimentos, y hay una serie de prácticas que definen al estilo de vida.
En los hábitos beneficiosos Martorell destaca cuidar porciones, mascar bien y comer lento, realizar actividad física regular, mantener u buen descanso, gestionar el estrés, y mantener horarios regulares para comer y dormir.
Al contrario, advierte que “comer en exceso o muy rápido dificulta regular la glucosa y favorece el aumento de peso; llevar un estilo sedentario disminuye la capacidad del músculo para utilizar la glucosa como energía, que promueve la resistencia a la insulina; dormir poco o mal altera hormonas que regulan el apetito y metabolismo, aumentando el deseo por alimentos calóricos; y el ‘picoteo’ frecuente, especialmente de ultraprocesados, mantiene la glucosa elevada y exige una producción constante de insulina que con el tiempo contribuye al desarrollo de diabetes”.