El 18 de agosto se cumplieron 70 años de la muerte de San Alberto Hurtado. Recuerdo que hace unos años, cuando visité el museo ubicado en el santuario en el Hogar de Cristo en Estación Central, captó mi atención que en la habitación del sacerdote jesuita había un teléfono, impensable para el Chile de los años 40 del siglo pasado. Pensé: “si Hurtado viviera en la actualidad seguramente tendría un equipo de última generación, interpelando y motivando a nuestra sociedad”. ¿Para qué? Para preguntarnos continuamente cuáles son los dolores que hay que mitigar.
En pandemia más de dos millones de chilenos perdieron su trabajo, la tasa de ocupación femenina decreció a cifras bajo el 40%, aumentó la ocupación irregular de terrenos, más de 50.000 niños, niñas y jóvenes no se matricularon en un establecimiento educacional en 2021, los niveles de deterioro en salud mental se manifiestan de manera alarmante, la violencia aparece en diversas expresiones, quienes ejercen labores de cuidado a personas mayores o con discapacidad se ven desafiadas a no sólo vivir enfrentadas a condiciones de vulnerabilidad o desigualdad sino que a sus propios temores y necesidades y, además, cerca de 20.000 personas viven en situación de calle. Citando al poeta, “grandes molinos de viento que a nuestros ojos parecen gigantes a los cuales enfrentar.
La pregunta es cómo enfrentarlos. La respuesta la entrega con su ejemplo Hurtado, el camino está en lo colectivo, en la suma de corazones generosos que se dispongan para la construcción de una sociedad más justa y solidaria. Desde la academia, ponemos los talentos al servicio de movilizar a nuestros estudiantes a pensar, innovar, aportar soluciones concretas a los problemas de la comunidad. Un camino es a través de Vinculación con el Medio, conectados con todo lo que esté a nuestro alcance sumando a otros, con entusiasmo contagioso y con la convicción de que todos aportamos, nadie sobra, nadie se salva solo.
Luis Cuevas Soto-USS