Señor Director:
El Cáncer de Pulmón es una enfermedad que cada año mata a más de 3.100 chilenos, que no ha dejado de mostrar una tendencia creciente y que es la segunda causa de muerte oncológica entre los adultos chilenos.
Hablar del cáncer es como hablar a todos, pero a nadie en particular: se está haciendo tan común que no es tomado en cuenta pese a su gravedad, y caemos en un mar de pesimismo e inacción que hace que no hagamos nada, que no tomemos conciencia que hay nuevas alternativas y caigamos en el nihilismo.
Este año perdimos a Ángel Parra y antes a Ricarte Soto, periodista que murió de este cáncer e inspiró una ley respondiendo a su lucha por una cobertura a los medicamentos de alto costo. Ironías de la vida: la enfermedad que lo mató sigue sin cobertura, aunque hoy, por lo menos, se está discutiendo su eventual incorporación a la Ley Ricarte Soto.
Esperamos que así sea, porque de lo contrario seguiremos profundizando un país desigual, donde aquellos que tienen recursos acceden a terapias de primer mundo, mientras que en los hospitales seguimos luchando por obtener algunos tratamientos adecuados que ya fueron aprobados hace más de diez años.
Se necesita voluntad y eficiencia para definir las prioridades, pero también responsabilidad y valentía para dar respuesta a una necesidad pública que grita por ser escuchada.
Hoy la figura de don Ricarte Soto sigue más presente que nunca. Mientras avanzamos, asumamos que el diagnóstico precoz salva vidas y reduce costos. Lo contrario es mirar cómo una epidemia sesga vidas que pudieron ser salvadas, perpetuando la desigualdad. Desentenderse es dejar de hacer lo que nos corresponde como sociedad: hacer todo lo posible para curar.
Francisco Javier Orlandi