Enrique Molina, el primer rector de la UdeC, fue quien hizo imperar (luego de un viaje por Estados Unidos) la noción de la “ciudad universitaria” que comenzó a levantarse muy de a poco en los terrenos que se compraron en 1923 en la esquina de Paicaví con Chacabuco, como recuerda el profesor Jaime García Molina en su libro “El campus de la Universidad de Concepción”.
Gestada como una idea que data desde los orígenes de la UdeC, la Casa del Arte José Clemente Orozco toma rumbo y forma definitiva en 1958 con la adquisición de una colección de más de 500 pinturas, principalmente, correspondientes a la llamada Generación del Trece. Finalmente, y luego de sortear variados obstáculos, entre ellos el terremoto del 60, el anhelado edificio abre sus puertas a la comunidad en 1967.
Líderes políticos analizan la importancia de la UdeC en el progreso de las regiones de Biobío y Ñuble, a través de sus profesionales egresados y de iniciativas en materia científica, cultural y de planificación. Una casa de estudios laica que ha sido pionera en diversas áreas de conocimiento a nivel nacional.
La máxima autoridad de la Universidad de Concepción aborda los principales ejes que orientarán el trabajo de la casa de estudios en los próximos años, plasmando una visión renovada y superadora del quehacer universitario y su vinculación con la sociedad.
Si bien la llegada de importantes investigadores se gestó en las décadas del 20 y 30, fue en los años cuarenta, gracias al aporte de Lotería de Concepción, cuando se dotó de más profesionales que fortalecieron el sueño de Virginio Gómez y Enrique Molina en transformar a la UdeC en una Ciudad Universitaria.
Al actual académico de la Facultad de Ciencias Jurídicas le tocó sacar a la casa de estudios de un largo período de “congelamiento”. Debió reencantar a la gente con su plantel; enfrentar una fuerte desinversión, y a la vez, nivelar la infraestructura para un estudiantado que había crecido exponencialmente.