Hasta ahora, la Constitución de 1980, establecía una igualdad de carácter formal al señalar que “las personas nacen libres e iguales en dignidad y derechos” y que “hombres y mujeres son iguales ante la ley”, no reconociéndose el principio de no discriminación.
Si analizamos los acontecimientos de la reciente revuelta popular podemos observar como a un gran número de los presos políticos se les imputa en su mayoría delitos contra la propiedad.
Todos deberíamos ponernos en el lugar del otro, para comprender como se ha podido llegar a niveles de sesgos extremos.
Es muy importante que el tema de la regionalización esté presente en una Nueva Constitución con una mirada integral, que no se agota en lo político, administrativo y financiero.
El desafío que se presenta hoy es que, en la nueva Constitución, se pueda reconocer el derecho de la ciudadanía a seguir participando en la definición de su felicidad.
El resultado del Plebiscito nos habla de una voluntad mayoritaria y transversal de construir un espacio de diálogo sobre el Chile que queremos para las próximas décadas.