Leyla Pérez Canales
Académica Facultad de Estudios
Teológicos y Filosofía UCSC
Las enseñanzas del Papa Francisco cobran hoy una relevancia sin precedentes. A tan solo dos semanas de su partida, se vuelve imprescindible detenernos a reflexionar sobre la profundidad de sus escritos.
No cabe duda de que la encíclica Laudato Si’ será recordada como un texto de sabiduría notable. Este llamado al cuidado de la Casa Común nos alerta sobre modelos económicos que depredan la Tierra y nos recuerda que el compromiso ecológico debe tener como base la dignidad humana. Se trata de ofrecer señales concretas de esperanza para construir un mundo más justo.
En esa misma línea, Fratelli Tutti se presenta como un signo de lucidez frente a los desafíos actuales. A través de una reinterpretación de la parábola del buen samaritano, el Papa nos invita a fomentar el diálogo, el respeto y la fraternidad.
En un mundo cada vez más interconectado, el uso de los medios digitales ha dado lugar a una forma de comunicación masiva sin precedentes. No obstante, este fenómeno, que a primera vista podría parecer inocuo, encierra un efecto paradójico: lejos de favorecer la comunión y el fortalecimiento de los lazos humanos, con frecuencia produce el efecto contrario, debilitando los vínculos y acentuando la desconexión interpersonal.
Pero ¿cómo cuidar al prójimo si no nos dejamos afectar por su sufrimiento? Cuando la interacción humana se diluye en dinámicas virtuales narcisistas, el dolor ajeno se vuelve una imagen más entre tantas, sin movilizarnos al cuidado ni a la acción.
Retomando el legado del Papa Francisco, urge promover una cultura del encuentro, que reconozca la dignidad del otro y fomente relaciones humanas auténticas. Solo así podremos avanzar hacia sociedades más justas, solidarias y equitativas.
Sin una experiencia mínima de interacción humana —cuando el otro es cosificado y reducido a un mero objeto de consumo— resulta inviable construir sociedades auténticamente justas y equitativas. En este contexto, se vuelve urgente tomar conciencia de la necesidad de forjar vínculos genuinos, educar en la empatía y cultivar la compasión como una actitud humana fundamental. Esta disposición interior, presente desde tiempos remotos, ha sido esencial no solo para cuidar, proteger y brindar consuelo a los más afligidos, sino también para asegurar la cohesión social y la continuidad misma de la especie humana.