Sofía Nova Aravena
Estudiante de Administración Pública y Ciencia Política UdeC
Ayudante del Centro de Estudios Europeos UdeC
El diálogo entre Latinoamérica y el Caribe y la Unión Europea inició en los 80 y ha sido continuo hasta la actualidad, ya sea a través de reuniones temáticas entre ministerios u otros encuentros de mayor convoctoria para fortalecer las relaciones estratégicas en pro de la cooperación.
Luego de ocho años en stand-by y conversaciones predominantemente bilaterales, la polarización en LAC y la pérdida de interés de Europa hacia el continente tuvo un gran giro convocando a la tercera Cumbre UE-CELAC para julio de este año en Bruselas, esto por la necesidad de afrontar desafíos globales como la migración, transición digital, comercio multilateral normado, lucha por la equidad de género, y uno de los más preocupantes: el cambio climático.
El cambio climático es, sin duda, una amenaza para el bienestar de todos los seres vivos y América Latina sabe de eso, no por algo es una de las regiones más vulnerables a sus efectos negativos y a la vez una de las que menos produce gases de efecto invernadero (obviando el caso particular de México y Brasil, que en conjunto representan más del 50% las emisiones de CO2 de la región). Ahora bien, las cumbres UECELAC y reuniones ministeriales han dado cuenta mediante numerosos discursos la preocupación que ambos territorios tienen sobre el cambio climático, pero he ahí lo más preocupante; que esta cumbre se trate de un adorno más que una oportunidad para tomar medidas reales y avanzar en este tema tan urgente.
La política interna, externa y la de cooperación de la Unión Europea reflejan que el medio ambiente es una prioridad, sumándose a esta posición distintas presidencias actuales de América Latina y el Caribe en sus políticas públicas, no obstante, es evidente que dejar el diálogo y la toma de decisiones únicamente a liderazgos momentáneos no da frutos a lo largo del tiempo. No solo es ideal sino también indispensable que la Unión Europea y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños establezcan un diálogo permanente y ad hoc a los efectos que hoy y mañana producirá el cambio climático; esto es, aterrizando los discursos a la realidad y a los actores presentes y futuros, permitiendo así que sus conocimientos y diversos contextos participen en la creación de soluciones multinivel.
Los países debiesen dar más que un paso por el cambio climático y visualizar las presiones por parte de la ciudadanía y personas expertas en el tema. Ahora, sólo queda esperar los anuncios de nuestros líderes y lideresas que, por el bien del mundo, ojalá actúen con base en esa tremenda oportunidad.