Lamentablemente dicho sueño no es colectivo, sino de un pocos, los mismos de siempre.
Jorge Aillapán Quinteros
Abogado-Colectiva Justicia en Derechos Humanos
Según quienes cocinan el actual acuerdo constituyente, deberíamos tener una nueva Constitución el 2023. El oráculo político chileno dice que -ahora sí- la alegría ya viene, y que el año entrante será de mucha paz social y prosperidad económica. El corolario, una Carta Magna acorde con la sociedad en que vivimos, custodiada por los expertos y libre de los extremismos que conlleva reconocer derechos a las mujeres, consumidores, niñas, niños y adolescentes, tercera edad, discapacitados, pueblos indígenas, derechos sociales o derechos a los animales. Soñar no cuesta nada.
Lamentablemente dicho sueño no es colectivo, sino de un pocos, los mismos de siempre. Afuera del nuevo Chile quedarán los anhelos por descentralización y mejor reparto del poder entre las regiones; el reconocimiento de los pueblos indígenas y la restitución de sus tierras ancestrales; el cuidado por el medio ambiente y la prohibición de zonas de sacrificio humano; el empoderamiento de los consumidores frente a los abusos empresariales; el destierro de los políticos corruptos; la renovación de un pacto social que nos permita vivir en paz, armonía y seguridad. En definitiva, un país que se adapte a los tiempos que corren, y no que retroceda hasta el siglo XIX.
El nuevo itinerario constituyente partió, ya, con el pie izquierdo al dejar sin posibilidad de participación y decisión a la ciudadanía. Hasta ahora, todo indica que solo será un simple maquillaje a la Constitución de 1980, de ahí que solo quede confiar en que el Congreso enmiende la evidente falta de legitimidad política, inyectando más democracia al mentado acuerdo. En caso contrario, es muy probable que fracase el nuevo borrador constitucional y, ahí, ni los expertos podrán rescatarnos de otro naufragio político-social.
En vísperas de Año Nuevo, los que rechazaron confían su buenaventura en los amarillos. Es de esperar que, al menos esta vez, no se le cumplan todos sus deseos y que lo único amarillo sean los calzones. Mejor, anhelemos que el 2023 regale a Chile amor, paz, alegría, educación y salud gratuita, todo envuelto en una nueva Constitución democrática, inclusiva y participativa.