Opinión

Daniel Belmar

Por: Diario Concepción 03 de Julio 2022
Fotografía: Diario Concepción

Alejandro Mihovilovich Gratz
Profesor de Historia y Geografía
Investigador Histórico

Daniel Belmar Ríos, nació en Neuquén, Argentina, el 18 de mayo de 1906. Sus padres, Antonio Belmar y Clemencia Ríos, eran de nacionalidad chilena y por circunstancias laborales se encontraban en ese momento en el país trasandino. Aunque nacido en La Pampa, fue inscrito en el registro civil de Renaico. En 1910, la familia decidió regresar a Chile, instalándose en Nueva Imperial, donde Belmar pasó su infancia y realizó sus primeros estudios. Posteriormente, se trasladaron a Temuco, matriculándose en el Liceo de Hombres donde terminó su enseñanza media.

Siendo ya bachiller, se trasladó a Santiago e ingresó a la Escuela de Farmacia de la Universidad de Chile, donde obtuvo su título de Químico Farmacéutico en 1927. De vuelta al sur, ejerció su profesión en Vilcún hasta 1932, de allí emigró a Temuco, donde laboró hasta 1935, fecha en que se trasladó a Concepción y trabajó en el Laboratorio Larraze. Fue profesor de farmacotecnia de la Escuela de Farmacia de la Universidad de Concepción desde 1949 a 1969, época en que se retiró de la docencia por enfermedad.

Fue un hombre de gran sensibilidad, observador de su entorno, con un mundo interno rico, que traspasó su área científica, ya que no solo dedicó sus actividades al ejercicio de la farmacia, sino que dio tiempo y espacio al escritor que bullía en él. Jamás pensó en escribir, hasta que un día de 1944, en Buenos Aires, en una charla de sobremesa con varios escritores, hablando de diferentes temas, narró algunas de sus muy conocidas anécdotas y experiencias, y fue en esa ocasión que Óscar Cerruto, escritor boliviano, autor de Aluvión de Fuego, lo instó a escribir algo en serio, y fue así que de regreso a Concepción, inició los primeros capítulos de “Roble huacho”, su novela primogénita, la que alcanzó en la época cinco ediciones, todo un récord para la obra de un escritor chileno, consagrándolo en 1947.

Tras esta, publicó “Coirón” en 1949, una de sus novelas más importantes en la que rememora su infancia en Neuquén y que lo lleva a recibir el Premio Atenea de la Universidad de Concepción en 1951 y el Premio Municipalidad de Concepción en 1955. En la década de 1950 publicó frecuentemente y en la mayoría de sus libros el escenario era Concepción y su entorno. En 1952 publicó “Ciudad brumosa”, siguió con “Desembocadura” en 1953, un pequeño volumen de poesía; “Túneles morados” en 1955, obra que describe la vida bohemia de los jóvenes universitarios penquistas y sus noches en los bares y por la cual recibió el premio Pen Club en 1962 y el premio Mauricio Fabry de la Cámara Chilena del Libro en 1966. Escribe “Descenso” en 1962, poemas en prosa; “Evocación de Temuco”, “Sonata”, “Oleaje”, y su última novela, “Detrás de las máscaras” en 1965, que comenzó a escribir después del cataclismo de mayo de 1960.

En 1972 recibe el premio Ricardo Latcham y en 1973 se le otorga la medalla de oro del Premio América Latina de Buenos Aires. El Instituto Cultural de la ilustre Municipalidad de Concepción en 1976, en una de sus sesiones, acordó por unanimidad presentar a Daniel Belmar como candidato al Premio Nacional de Literatura de ese año. Fue postulado varias veces a este reconocimiento, el que nunca le fue otorgado, lo que en memoria de muchos solo empequeñeció a este galardón.

Su trayectoria literaria fue reconocida en 1978 con el Premio Regional de Literatura Chilena, creado por el Círculo Literario Carlos Mondaca. Aunque Daniel Belmar no fue un penquista de nacimiento, sus obras fueron escritas acá, y debemos expresar que como novelista nos pertenece, y de ahí su gran aporte, nuestra satisfacción y orgullo, de sentirlo nuestro, un inconfundible en las letras nacionales.

 

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