Opinión

Pasajero involuntario

Por: Diario Concepción 04 de Noviembre 2021
Fotografía: Roger Leiton Thompson

Dr. Roger Leiton THompson
Centro para la Instrumentación Astronómica (CePIA). Universidad de Concepción y Fundación Chilena de Astronomía (Fuchas)

Inmóvil y resignado, metido en una especie de saco de dormir por donde solo asoman su rostro y brazos, Albert II mira sin entender nada. Hace semanas que le hacen pruebas, le injertan sensores y lo sientan en una silla que da vueltas. Pero hoy la rutina parece diferente. El hombre de delantal blanco lo anestesia y lo mete dentro de un cilindro metálico. Después de varios minutos a oscuras, un fuerte rugido rompe el silencio: Albert se encarama hacia el espacio.

Casi al final de la II Guerra Mundial, Hitler empezó a lanzar sus cohetes con cabezas explosivas contra Inglaterra, las mortíferas V-2. La máquina remontaba alto para luego dejarse caer como un infierno sobre Londres (era un vuelo suborbital, es decir, no alcanzaba a circular alrededor de la Tierra). Al final de la guerra (1945), varios científicos de cohetes alemanes llegaron a EE.UU. Allí, norteamericanos y alemanes reemplazaron la cabeza explosiva de las V-2 por una cápsula. En su interior ahora iba Albert II, el segundo mono (macaco Rhesus) lanzado al cielo en la punta del cohete (su antecesor, Albert I, alcanzó 60 km y su aterrizaje fue algo… violento). En 5 minutos Albert II llega a los 113 km y ese 14 de junio de 1949 se convierte en el primer mamífero en cruzar la frontera entre la atmósfera y el espacio (a 100 km de altitud). Tristemente, su paracaídas también falló.

Humanos y animales han sido enviados a las alturas en globos aerostáticos en nombre de la curiosidad desde 1783. Con la aviación en el Siglo XX, los experimentos para conocer los efectos fisiológicos debido a la altitud, la radiación cósmica y las grandes aceleraciones se hicieron más extremos. Pero sólo con las nuevas bombas volantes transformadas en cohetes fue posible tocar el espacio. Los primeros seres en salir de la Tierra fueron unas humildes moscas de la fruta norteamericanas, que en 1947 superaron los 109 km en una V-2. Simios, gatos, perros, ranas, peces, ratones, tortugas, moscas, caracoles, arañas, hormigas, son solo algunos de los muchos pasajeros no-humanos enviados fuera de la atmósfera. Por ser más dóciles y fáciles de entrenar que los nerviosos primates, los soviéticos prefirieron a los perros. Tsygan (“Gitano”) y Dezik despegaron de tierras soviéticas el 22 de julio de 1951 hasta los 100 km. Esta vez el paracaídas sí funcionó y los perritos fueron recuperados en la cápsula, saludando con vibrantes colas a los científicos soviéticos. Tsygan tenía un pequeño corte en la panza, nada de cuidado. Ambos canes pasaron a la historia como los primeros animales (no insectos) en sobrevivir a un viaje en cohete. Dezik se convirtió en veterano al volar nuevamente una semana después (y en mártir, ¡por culpa de otro mal paracaídas!); mientras que Tsygan se retiró a la casa de su entrenador para trabajar como mascota regalona.

Felicette, Mishka, Juan, Smelaya, Gordo, Sam, Laika, son sólo algunos de los muchos involuntarios que pavimentaron la llegada de los humanos al espacio. Mi gratitud y respeto para todos ellos.

 

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