Camila Mora Vilches
PhD. Ingeniería Química
Ingeniera de Investigación UdeC
La Región del Biobío no necesita presentaciones cuando se habla de industria. Por décadas, nuestras chimeneas, puertos y maestranzas han sido el motor de Chile. Sin embargo, el mundo ha cambiado y la industria global hoy enfrenta un imperativo ineludible: la descarbonización. En este escenario, el hidrógeno verde (H2V) no aparece como una solución externa o una tecnología de ciencia ficción, sino como la evolución natural de nuestra propia identidad productiva.
Como ingenieros químicos, entendemos que el hidrógeno no es una fuente de energía primaria, sino un vector; un transportador de energía que nos permite almacenar la fuerza del sol o del viento en una molécula. Pero lo que hace a Biobío un actor excepcional en esta carrera no es solo el potencial de generación renovable. Nuestra verdadera ventaja competitiva radica en nuestra tradición. A diferencia de otras zonas del país que deben construir infraestructura desde cero, nosotros ya poseemos el ecosistema: tenemos puertos estratégicos, redes ferroviarias, refinerías y una industria siderúrgica y maderera con décadas de experiencia en procesos térmicos y químicos complejos.
Trabajar hoy en proyectos de hidrógeno en la zona nos permite ver que la transición energética es, en realidad, un desafío de ingeniería aplicada a gran escala. No estamos solo instalando electrolizadores; estamos rediseñando la forma en que producimos acero, cemento y combustibles. Estamos pensando en cómo convertir el CO2 biogénico de nuestras plantas forestales en e-fuels para la aviación, o cómo reemplazar el hidrógeno gris en nuestras refinerías. En Biobío, el hidrógeno verde tiene la capacidad única de “limpiar” procesos industriales que ya existen y que son vitales para la economía local.
Este cambio de paradigma también demanda un nuevo capital humano. La vanguardia energética no se construye solo con fierros y tuberías, sino con conocimiento especializado. Nuestras universidades y centros de formación técnica ya están integrando esta visión, asegurando que el talento joven de la región sea el que diseñe, opere y mantenga esta nueva infraestructura.
El desafío es ambicioso y requiere de una articulación real entre la academia, el sector público y la industria privada. No basta con ser un polo de exportación; el éxito de Biobío se medirá por cuánto de ese hidrógeno se queda aquí para transformar nuestra matriz productiva interna. Tenemos el conocimiento técnico, la infraestructura logística y, lo más importante, la voluntad de evolucionar. La tradición industrial del Biobío es nuestro cimiento, pero el hidrógeno verde es el puente que nos llevará a ser la vanguardia energética de Chile. Es nuestro momento de pasar de la tradición a la innovación.