Opinión

Raíces cristianas de Europa

Comprender la Historia de Europa en su complejidad no puede ni debe olvidar el componente cristiano en sus raíces.

Por: Diario Concepción 20 de Marzo 2021
Fotografía: Cedida

José Manuel Ventura Rojas
Integrante del Programa de Estudios Europeos.

Seguro que a no pocos, cristianos o no, se les pasará que el 21 de marzo era (según el Vetus ordo) el día de San Benito de Nursia, fallecido en el año 547. Pío XII le declaró “Padre de Europa” en reconocimiento a la contribución del monacato y la creación del espacio espiritual y cultural europeo. Y, el 24 de octubre de 1964, en su carta apostólica “Pacis nuntius”, Pablo VI lo proclamó Patrono de Europa, situándole en el centro del proyecto europeo; además de indicar que “el ideal benedictino puede hablar con la misma elocuencia a un católico como a un luterano”. O incluso a un agnóstico, ateo o creyente de otras religiones, cuando, a pesar de las adversidades que la vida nos depara, se consagra a su trabajo con amor a nuestros semejantes y a un principio de bondad.

Por otro lado, en 2021 se cumplen el Quinto Centenario de la Dieta de Worms, donde Martín Lutero dijo no renunciar a sus ideas y enseñanzas. Recordemos que, a pesar de ser éste un hito en la “Historia de la libertad de conciencia” (como también el de Tomás Moro), no debemos interpretarlo, como muchos hacen, caracterizándolo como una especie de rebeldía heroica y liberadora que desafió al papa y al emperador para defender nociones modernas de democracia. Ideas, por lo demás, más allá de Lutero y de su tiempo.

Más allá de las diversas posturas e interpretaciones de un fenómeno histórico tan complejo, es innegable que la Reforma cristiana (católica y evangélica) del siglo XVI abrió camino al uso futuro del término “Europa” en un sentido identitario, ya que, anteriormente, la palabra era más que nada un topónimo. La “Europa del Renacimiento” no son palabras en las que se reconocerían los habitantes de aquella época, que hablarían de sí mismos más bien como de “habitantes de la Cristiandad”. Pero las divisiones y guerras entre confesiones religiosas, que se negaban unos a otros la condición de cristianos, fracturando esa unidad, impulsaron a que, dos siglos después, se difundiera el concepto de “Europa” para restablecer esa idea de conjunto particular frente al resto del mundo.

Comprender la Historia de Europa en su complejidad no puede ni debe olvidar el componente cristiano en sus raíces, como tampoco los problemas que en su desarrollo ocuparon los desafortunados antagonismos y la importancia de la consolidación de lo que hoy significa su nombre, originado en la necesidad de dar con una palabra que aunara convergencia identitaria y pluralismo, en la que, quienes viven en ella, se sientan reconocidos… y, a ser posible, respetados, sean residentes temporales o permanentes.

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