Opinión

Covid-19: el antes y el después

El año 2000, desplegamos una estrategia de desarrollo regional que hizo una gran apuesta por lo científico, lo tecnológico y la innovación.

Por: Diario Concepción 20 de Mayo 2020
Fotografía: Isidoro Valenzuela M.

Jaime Tohá González
Diputado de la República

Si a mediados del año pasado, a cualquier ciudadano se le hubiera preguntado si creía que caería sobre el mundo una pandemia que lo paralizaría, difícilmente lo hubiera creído. Es normal que nadie haya podido pronosticar con certidumbre la excepción radical que atravesamos, y también que nadie sepa cuándo acabará ni menos qué pasará después de ella. Lo cierto es que, sin mediar aviso alguno, el mundo ha entrado en un trance difícil de comprender. La OIT ha señalado que las medidas de paralización parcial o total han afectado al 81% de la fuerza de trabajo mundial, lo que traerá efectos impensados y una transformación de las formas en que la vida ha transcurrido estas últimas décadas. Visto así, la historia que se hará en el futuro tendrá en el año 2020 una cicatriz que relatará el comienzo de algunos cambios en los equilibrios globales, ciudadanos y de representación política, lo que nos obligará a pensar en nuestra convivencia y, quizá, en una nueva ética para la vida. Este porvenir debe tener su mayor fortaleza en avanzar hacia una sociedad del conocimiento al amparo de un fuerte impulso a la ciencia, la tecnología, y la innovación, dejando atrás un progreso basado en chimeneas contaminantes.

El año 2000, desplegamos una estrategia de desarrollo regional que hizo una gran apuesta por lo científico, lo tecnológico, y la innovación. Entre otras múltiples iniciativas creamos el Centro de Biotecnología, uno de cuyos focos sería la biomedicina. Si hubiéramos sido persistentes en ese propósito, hoy la región haría valiosos aportes para la superación de la actual crisis. Un modelo que sirvió a un Chile que ya no existe y que sin dudas fue necesario y virtuoso hace 30 años, hoy está lejos de llevar al país a un progreso que tenga por norte las aspiraciones de bienestar y los mínimos garantizados que esta época reclama. Un desarrollo inclusivo, una dimensión de la protección que no descuide la libertad de las personas, y la preocupación preferente por el cuidado del medio ambiente, son los pilares de un nuevo estándar que debe servir a los propósitos de la sociedad del conocimiento en la que ya estamos. Cualquier retardo en la comprensión de esto, hará que el desarrollo real del país y la convivencia entre los chilenos sean sustituidos por conflictos sociales y ambientales permanentes. El ser humano goza de la excepcional capacidad para reflexionar sobre su propia existencia y sobre su entorno, para percibir la injusticia, para asumir responsabilidades y buscar la cooperación. Hoy más que antes, es hora de ponerla en práctica.

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