La corte de los milagros era una zona de París habitada en el siglo XIII por ladrones, mendigos y toda suerte de personajes dispuestos a cualquier cosa con tal de ganar unas pocas monedas, aunque algunos de estos emprendedores, más organizados y con mayor espíritu de superación, se asociaban o contrataban personal auxiliar, aún más miserable que ellos, para aumentar el volumen de ingresos, con la instrucción general y libertaria de no fijarse en detalles, como la ley y la decencia, por citar algunos de estos elementos claramente en conflicto con el libre mercado.
Los intermediarios de la fortuna, o aquellos que se autodescriben como con atribuciones para darle las vueltas debidas a la rueda de la fortuna, han existido todo el tiempo y en la actualidad parecen estar mucho más vigentes. Su posicionamiento en la sociedad parece estar asociado a los tiempos de incertidumbre, períodos en los cuales las cosas no parecen salir como debieran, a pesar del esfuerzo y los medios de la razón, entonces, aparece la magia, esa que todos tenemos malamente oculta, a pesar de capas sucesivas de cultura, educación y escepticismo.
En la última Encuesta de Percepción Social sobre Ciencia y Tecnología en Chile, realizada por Conicyt entre noviembre del año pasado y enero de este año, en zonas urbanas y rurales del país, hubo resultados esperables en este sentido; una muestra de 7.685 chilenos participantes revela que el 72,4% cree en los milagros y el 60,9% en que los espíritus sí existen, cifras que representan un aumento de 7,2 y 10,4 puntos porcentuales más que la primera encuesta dada a conocer en 2016. Los de París, hace unos pocos siglos, no estaban para nada perdidos.
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